El coronavirus (Covid-19) ha provocado muchas muertes y contagios, pero también la desaparición de personas que se atrevieron a mostrar toda la crisis que generó en la ciudad china de Wuhan, cuna de la epidemia.
En un régimen como el de China, aquellos que se atreven a burlar los controles y límites oficialmente establecidos para la libertad de expresión lo pagan caro y una prueba más de ello ha llegado con la desaparición de Fang Bin y Chen Qiushi, dos ciudadanos que decidieron documentar la crisis del virus en el territorio de más de 11 millones de habitantes, perteneciente a la provincia de Hubei.
Lamentablemente, en medio de tantas estadísticas de muertes y contagios, así como de información sobre las medidas que el gobierno chino, la OMS y otros países han tomado para controlar la enfermedad, las historias de Fang y Chen no han sido muy publicitadas ni lo suficientemente denunciadas.
Sin embargo, un reciente reporte de The New York Times llama a voltear la vista a sus casos, una de las tantas páginas tristes del coronavirus, escrita particularmente por la represión del régimen de China, que no está dispuesto a ceder en lo político como sí ha hecho en lo económico.
Fang y Chen ganaron fama en Internet por sus crudos videos sobre el impacto de la epidemia en Wuhan. Mostraron cómo las medidas iniciales fueron insuficientes y cómo los hospitales creados para atender a los pacientes no reunían las condiciones necesarias.
Sus materiales ponían en entredicho la gestión de Beijing, lo cual, en un sistema totalitario de extremo control a las libertades individuales básicas, no podía permitirse.
Fang, un vendedor de ropa local devenido en periodista ciudadano, mostró en un video de cuarenta minutos un coche con las puertas entreabiertas en el que había ocho bolsas para cadáveres. “Tantos muertos … Esto es demasiado", dijo Fang, que desapareció apenas a las dos semanas de haber lanzado ese material a las redes.
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Días antes de su desaparición, como recuerda el mencionado rotativo estadounidense, otro destacado video Blogger, Chen Qiushi, también había desaparecido. Sus amigos y familiares han manifestado que creen que fue puesto en cuarentena por la fuerza.
“Antes de su desaparición, el Sr. Fang y el Sr. Chen habían grabado docenas de videos de Wuhan, transmitiendo imágenes sin filtrar y a menudo desgarradoras desde el corazón del brote. Largas filas fuera de los hospitales. Pacientes débiles. Pacientes agonizantes”, subraya el artículo de The New York Times, el más exhaustivo hasta el momento sobre el caso de ambos cronistas.
Pese al impacto obtenido por los videos de ambos en el mundo, en China puede que haya sido muy limitado por el bloqueo que existe de YouTube y las redes sociales más importantes como Twitter y Facebook.
Sin embargo, de voz en voz, o de teléfono en teléfono, ya Fang y Chen, y sus historias y desapariciones, son conocidas en Hong Kong y otras regiones de China. De ellos se habla en las variantes de redes sociales del gigante asiático y conocidos son sus últimos videos, en los que los dos demostraban que su desaparición o secuestro por el poder era inminente.
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Ambos se politizaron al final de una manera rara vez vista dentro de China, como consecuencia de aparentemente haber recibido amenazas de policías y efectivos de los aparatos de control, seguridad y represión del sistema. Aunque fueron silenciados, sus videos influyeron probablemente incluso en el mejoramiento de las políticas chinas de control y tratamiento de la enfermedad.
Ojalá y su silenciamiento sea sólo fruto de una retención y no de algo peor, porque entonces China tendrá que responder no sólo por las equivocaciones iniciales con el coronavirus, sino también, una vez más, por el irrespeto a la vida de los activistas y a los derechos de toda su población.