Treinta años después de la transición democrática de 1989 mucha gente en Bulgaria está decepcionada con el estado actual del país balcánico, miembro de la Unión Europea (UE) desde 2007, y algunos incluso sienten nostalgia por la época comunista.
La fecha clave fue el 10 de noviembre de 1989, pocas horas después de la caída del Muro del Berlín y una semana antes del inicio de la famosa Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia.
Todor Yivkov, líder del país desde 1954, fue destituido ese día al frente del Partido Comunista Búlgaro y como presidente del país.
En ambos cargos le sucedió el entonces ministro de Exteriores, Petar Mladenov, con el apoyo tácito de Moscú, donde Yivkov había caído en desgracia tras haber ordenado en mayo de ese año expulsar a Turquía a unos 360.000 búlgaros de origen turco.
Esa expulsión, en ese momento la más grande en la Europa de la postguerra, causó un colapso de la economía búlgara y aceleró los cambios democráticos.
A mediados de 1990, el país celebró sus primeras elecciones democráticas desde 1931, ganadas por el recién fundado Partido Socialdemócrata BSP (excomunista).
UN PAÍS COMUNISTA, CON APENAS OPOSICIÓN Y DISIDENCIA
Pero en lugar de empezar una época de libertad y prosperidad, Bulgaria vivió una dolorosa década de reformas de mercado.
El historiador Konstantin Sabchev destaca que en el país no existía hasta 1989 un fuerte movimiento disidente como en Polonia, Checoslovaquia o Hungría.
La tímida oposición estaba compuesta por unos pocos grupos de defensa de los derechos humanos y del medio ambiente.
"En Bulgaria se realizó un golpe de Estado interno, inspirado y ordenado por Moscú, eso está fuera de cualquier duda", asegura el historiador en declaraciones a Efe.
Se refiere al apoyo que el entonces líder soviético, Mijaíl Gorbachov, le dio a Mladenov para desplazar a Yivkov, manchado por la expulsión masiva de los turcos y reacio a reformar el país.
Lea también
UNA TRANSICIÓN, MARCADA POR EMIGRACIÓN Y CAOS
Esta falta de liderazgo democrático autóctono se sintió especialmente en la primera década de la transición, marcada por una severa crisis económica y social, que causó una ola de emigración sin precedentes en Europa.
Aparte de la minoría turca, Bulgaria ha perdido en los últimos 30 años más del 20 % de su población, al pasar de 9 a 7 millones de habitantes entre 1989 y 2019.
Cientos de miles de búlgaros, sobre todo jóvenes, abandonaron el país para buscar una vida mejor en otros países europeos.
Y los que se quedaron, vivieron en la década de 1990 penurias jamás vistas durante la época del comunismo, causadas por el cierre de empresas estatales y privatizaciones poco transparentes y fraudulentas.
"En comparación con los demás países europeos, las desigualdades sociales son muy visibles en Bulgaria", explica a Efe Parvan Simeonov, un destacado sociólogo búlgaro.
"Por eso, a una mayoría de los búlgaros le cuesta mucho aceptar el precio social de la llamada transición democrática", cuenta el experto en referencia a una década marcada por protestas, pobreza y tasas de inflación de hasta el mil por ciento.
Hoy, unos pocos oligarcas, cercanos a diferentes partidos políticos, controlan la economía del país, pero también los medios de comunicación, lo que ha hecho que Bulgaria esté hoy solo en el puesto 111 en la lista mundial de libertad de expresión.
El salario medio en Bulgaria se encuentra actualmente en unos modestos 600 euros mensuales, pese a que los precios, sobre todo en Sofía, no son muy diferentes al resto de Europa.
CASI LA MITAD DE LOS BÚLGAROS SIENTE NOSTALGIA POR EL COMUNISMO
Un reciente sondeo de la consultora internacional Gallup señala que un 45 % de los búlgaros encuestados siguen apoyando hoy, 30 años tras el fin del comunismo, afirmaciones como "durante la época de Yivkov se vivía mejor" o "nunca estaremos bien".
"Definitivamente existe nostalgia por aquella época y sobre todo por la seguridad social que había. Entonces no podías criticar el poder pero no había desempleo, la delincuencia era poca y la sanidad no era espléndida pero sí gratuita", interpreta Sabchev el sentimiento de muchos en Bulgaria.
Una sensación subjetiva que no se corresponde con la realidad vivida por muchos hasta 1989, asegura Dragomir Dinev, un antiguo funcionario, crítico con el sistema comunista.
"Los búlgaros de edad avanzada dicen hoy que entonces hubo más seguridad en cualquier aspecto y que no había gente pobre. Pero olvidan que sufríamos de un déficit crónico de productos y servicios básicos, incluso de primera necesidad", señala.
"La corriente eléctrica y de agua se cortaban a diario según un horario impuesto por las autoridades", recuerda con pavor Dinev.
El responsable máximo de esas autoridades fue Yivkov, quien estuvo en arresto domiciliario -acusado de violaciones de los derechos humanos, desfalco de dinero público y abuso de poder- entre 1990 y 1997, para morir un año más tarde en libertad, a los 86 años.
Su custodia personal, hasta el final, estaba dirigida por un policía llamado Boiko Borisov, actual primer ministro búlgaro, quien tampoco oculta su admiración por el dictador comunista.