Resuelto el misterio de la "tribuna antiimperialista": la están renovando para las "nuevas circunstancias"

La web oficial Cubadebate desmintió este jueves que las instalaciones vayan a dejar paso a un edificio de oficinas.
Resuelto el misterio de la "tribuna antiimperialista": la están renovando para las "nuevas circunstancias"
 

Reproduce este artículo

A muchos les extrañaba que precisamente en un momento de "vuelta a las trincheras" Cuba tirara abajo este referente "antiimperialista" que permaneció en pie incluso en los tiempos más acaramelados del "deshielo" diplomático entre 2014 y 2016, cuando la inesperada victoria de Donald Trump trajo consigo un giro argumental.


A principios de esta semana, el diario digital independiente 14yMedio publicó que la instalación que se erige a unos pasos del célebre Malecón habanero desaparecería para dar paso a un más pragmático edificio de oficinas, pero la web oficial Cubadebate salió este jueves al paso para desmentirlo.


"Bajo ninguna circunstancia vamos a demoler la Tribuna, no tendrá otro fin que seguir siendo la plaza por excelencia para la lucha contra el imperialismo", declaró a ese medio un funcionario de la administración provincial.


El lugar fue inaugurado en olor de multitudes el 3 de abril de 2000 por Fidel Castro durante uno de los momentos más tensos de la accidentada relación bilateral: el pulso por el retorno a Cuba de Elián González, el "niño balsero".


La tribuna, según se dijo cuando fue estrenada, tenía capacidad para 10.000 personas sentadas y otras 30.000 de pie, y la retranca popular cubana pronto bautizó el lugar como "el protestódromo".


En los meses que duró la pugna por allí desfilaron decenas de miles de personas, en muchas ocasiones niños, para reclamar la vuelta del pequeño, pero también se han celebrado decenas de conciertos y ha sido escenario de actos de apoyo a Palestina o la independencia de Puerto Rico.


Hasta que Elián regresó a la isla, los megáfonos de la Tribuna apuntaban directamente al edificio estadounidense.


Fue además el lugar en el que los cubanos repudiaron el terrorismo y la guerra poco después los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, en una "expresión de solidaridad" con las víctimas, declaró entonces Castro.


En el año 2006 se añadió a la Tribuna el "monte de banderas", 138 enormes mástiles con sus respectivas enseñas ondeantes en respuesta a la colocación, en la fachada de la entonces Sección de Intereses de EEUU -hoy embajada-, de un panel electrónico en el que destellaban mensajes políticos que el Gobierno consideraba subversivos.


Las banderas se mantuvieron cuando tres años después EEUU apagó el panel de la discordia, aunque en la actualidad puede apreciarse el deterioro de los mástiles por la cercanía del mar, y las enseñas -inicialmente negras con una estrella blanca y posteriormente cubanas- solo se izan en contadas ocasiones.


"Cuando soplaba viento desde el Malecón provocaban un ruido ensordecedor", recuerda un diplomático que estuvo destinado en La Habana en aquellos años.


Las misteriosas obras, por tanto, forman parte de una remodelación integral para "devolverle a la Tribuna la lozanía y el esplendor que siempre tuvo", aseguró el funcionario.


El deterioro del lugar se agravó tras las inundaciones costeras provocadas por el despiadado huracán Irma hace dos años en todo el Malecón, que sumergieron la tribuna bajo el agua del mar durante dos días.


Los arreglos pasan por erigir una plataforma más alta que reduzca el impacto del mar y emplear materiales "más duraderos" que resistan mejor la acción del salitre y los elementos. Se repararán las diez torres y cinco arcos metálicos que jalonan la explanada y "se intervendrá" el monte de banderas.


En este lugar en el que hoy solo el crujido de las pisadas sobre los trozos de cemento rompe el silencio y las partículas de polvo suspendidas en el aire provocan un efecto casi onírico, no hay ni un ladrillo que no encierre algún simbolismo.


Las torres representan la Palma Real, el árbol nacional; los arcos ilustran la unidad del pueblo cubano; las losetas del suelo tienen los colores de la bandera patria y una estatua del prócer nacional José Martí con un niño en los brazos señala, acusadora, a la embajada de EEUU.


Acodado a la puerta de su casa en la aledaña calle Calzada, Carlos, sin camisa, observa los montones de arena y escombros mientras se acerca a los labios un pequeño medallón de oro que lleva al cuello. "Antes había un parque y una fuente de lo más bonita, aquí jugaban los niños. Ojalá hicieran otro parque", murmura antes de dar la vuelta y perderse en la fresca penumbra de su viejo edificio.