Momentos de grandeza de la brigada Santiago

En esta ocasión Francisco Correa comparte recuerdos de Asdrúbal Matos, jefe de campamento de la brigada de Santiago de la UNECA, que construyó hoteles en el período especial y se negó a apalear a los manifestantes del Maleconazo
Construcción de la UNECA
 

Reproduce este artículo

La brigada Santiago, de la UNECA (Unión de Empresas Constructoras del Caribe), estaba enclavada en 1993 en la céntrica esquina de Tercera y 70, en Miramar. Una hilera de pequeños cubículos hacinados, que recordaba más a una prisión que a un albergue de obreros.

Levantaban al unísono los hoteles Litorama, Comodoro, Copacabana, Chateau y El viejo y el Mar en la marina Hemingway. Un centenar de hombres apartados de sus familias, traídos de las provincias orientales. 
 
El jefe del campamento era Asdrúbal Matos, respetado por su imparcialidad y la defensa de los derechos laborales de la tropa bajo su mando. Pero la UNECA, con sus 12 brigadas diseminadas por todo el país, desde Varadero hasta cayo Largo, Santa Lucía, María La Gorda y playa Bailén, vivía momentos bajos de disciplina y productividad. La dirección del contingente citó a Asdrúbal una mañana, a una reunión urgente con la gerencia: Necesitaban levantar la brigada.
 
“Estaban allí todos los directivos en torno a una mesa para encomendarme una tarea imposible: convertir la brigada Santiago en la mejor del Ministerio de la Construcción. Fue proponerme enderezar con las manos una cabilla jorobada, porque eso era en realidad el campamento: una cabilla jorobada. También podía llamársele concreto con demasiada agua, pintura pasada de diluente, tuerca ida de rosca, comején en la madera, cables de electricidad pelados y a punto de juntarse. Un desastre”.

“El secretario del partido aseguró que contaría con su apoyo y después de meditarlo acepté, bajo la condición que no se inmiscuyeran en mis métodos de trabajo”. 

“Los directivos de la UNECA accedieron. La primera medida que tomé fue reunirme esa madrugada en el comedor con hombres que escogí por cada cubículo teniendo en cuenta su autoridad. Les expliqué mi plan”. 

“Lo primero era resolver el problema del comedor. Cada jefe de cubículo tendría una ración extra segura, a cambio de lograr una fila ordenada para entrar y sentarse a comer como las personas. Estuvieron de acuerdo. Lo segundo: Se nombraría una brigada de mantenimiento compuesta por albañiles, plomeros, electricistas, pintores y carpinteros, para la reconstrucción de los cubículos. Para trabajar bien primero hay que garantizar condiciones de vida. Los materiales de construcción serían los mismos utilizados en los hoteles y la calidad del trabajo debía ser igual, o mejor. Lo aprobaron por unanimidad”. 

“Tercero: Establecer una emulación entre cubículos. A los ganadores se les garantizaría almuerzos en restaurantes de turismo y hospedajes de fin de semana en los hoteles. Les gustó ese arreglo”. 

“Cuarto: Los materiales robados de las obras no se podrían guardar en las taquillas, ni en otro lugar dentro del campamento. Hubo discusión en este punto. Finalmente concordaron, sin mucho entusiasmo”. 

“Al concluir mi propuesta, los jefes de cubículos también manifestaron exigencias: No podía suprimirse el alcohol, ni el juego de dados, ni las cartas. Tampoco prohibir la entrada de mujeres por la noche al campamento. Accedí bajo el compromiso de que al primer incidente se levantaría el consenso”.

Al otro día un notable cambio se advirtió en el albergue, cuando los camiones llegaron de las obras y se hizo una fila para entrar al comedor. “Los cocineros no creían lo que pasaba. Miraban a los obreros con desconfianza, temiendo que fuera una broma y de repente se arrojarían sobre las cazuelas. Por primera vez en mucho tiempo volvían a servir la comida en bandejas y los obreros comieron sentados en las mesas”. 

“Los cubículos se repararon de tal modo, que parecían minúsculas habitaciones de hoteles. El césped cobró verdor, floreció el jardín. El pasillo estaba limpio. Había agua fría en el comedor. Al finalizar la semana, los obreros vanguardias almorzaron en el restaurante del hotel Tritón y contaron sobre la buena comida y la experiencia de dormir en una habitación construida para extranjeros”.
   
Aquellos métodos de Asdrúbal se reflejaron en el cumplimiento de los planes de ejecución. El Viejo y el mar, Chateau y Copacabana se entregaron dos meses antes de lo previsto. La brigada Santiago resultó vanguardia nacional. Hubo una fiesta a lo grande. Asdrúbal fue promovido por la gerencia de la UNECA como nuevo jefe del contingente.

“Un cargo en el que duré poco, porque vino el maleconazo y se mostró la cara negra de la luna, cuando me pidieron que juntara mi tropa, cogiera cabillas, cables y palos, porque había una revuelta en La Habana y en esas circunstancias los constructores nos convertíamos en la primera línea de combate”. 

“De ninguna manera iba a levantarme contra mi pueblo, renuncié, me fui echando. Tuvieron que buscar para aquella tarea al contingente Blas Roca, que realizó el trabajo. Pocos después la brigada Santiago fue disuelta y el campamento barrido con buldócer. Durante mucho tiempo permaneció como un terreno baldío, lleno de recuerdos. En el sitio se construye hoy una inmobiliaria, para negocios de extranjeros”.

 

Relacionados