En Las Tunas han muerto 210 terneros por falta de pienso, pero anuncian que la provincia se sumará en septiembre a la pesca de la angula –cría de la anguila— con el propósito de exportar este producto de alta demanda en países como España, China o Japón. Pobres terneros que no llegarán a ser vacas o toros y que, por arte de la magia socialista, se convierten en anguilas o angulas. Es la consabida y continuada política de desvestir un santo para vestir a otro.
España, China y Japón posiblemente comerán anguilas tuneras, pero los habitantes de esa localidad, y de los alrededores, e incluso de la Isla toda, jamás sabrán a qué sabrían aquellos terneros en los que nadie pensó por falta de pienso. Es Descartes descartado: No pienso, luego no existo.
Así han hecho los Trespatines del gobierno cubano desde siempre: para afuera, todo; para adentro, nada. Y el que nada no se ahoga, pensarán los viejos sabios de la tribu, que son más bien los viejos sobrios de la traba.
Cuando algo funciona mal en Cuba, es culpa del bloqueo o el imperialismo, que no es lo mismo pero es igual. Y en la mayoría de las ocasiones los errores tienen que ver con el más allá, que por lógica geográfica, son del más acá, es decir, los Estados Unidos. A menos que suceda lo que acaba de ocurrir en Villa Clara, donde “varios vecinos perdieron televisores, refrigeradores y ventiladores en sus viviendas por una subida de tensión y la Empresa Eléctrica advierte que no pagará porque todo lo causó un aura tiñosa que se posó sobre los cables”.
Sobra decir que nadie asumió la responsabilidad. Así lo contó, de manera inesperada, el periódico oficialista Juventud Rebelde: “Los afectados decidieron interponer una reclamación, la que obtuvo respuesta por parte de los directivos de la Empresa Eléctrica un mes después en la que decían que la no tenían responsabilidad directa por lo sucedido y aseguraban que toda la culpa la tuvo un aura tiñosa, ave de mediano tamaño conocida en Cuba por ser una carroñera que no puede comerse por el sabor putrefacto de su carne”.
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Nunca antes un aura tiñosa se convirtió, de manera real, palpable y eléctrica, en la verdadera “ave negra del infortunio”. ¡Cosas de mi país, mi hermano!
Otra nota que refuerza el esfuerzo del gobierno por convertir a Cuba en el destino turístico de lo real maravilloso está relacionada con Camagüey: “Denuncian el aumento de bandas que se dedican a robar tarjas, señales de tránsito y monumentos para fundir los metales y convertirlos en objetos de plomería que son vendidos en el mercado negro”.
Es decir, la estatua broncínea de El Mayor, Ignacio Agramonte, pudiera transmutarse en llaves de paso, calderos de cocina o codos de lavamanos, para reafirmar aquel famoso dicho de Julio Antonio Mella: “Hasta después de muertos somos útiles”.
Y como el ingenio cubano es inabarcable, frente a La Bodeguita del Medio de La Habana, un grupo de pícaros ha encontrado una lucrativa e inocente manera de ordeñar al turismo: “Justo en el frente de La Bodeguita, un grupo de adolescentes acecha a cualquier grupo de turistas que pase por ese lugar para invitarlos a firmar las paredes a cambio de 1 dólar, el cual aseguran que será destinado a “comprar libretas y lápices para las escuelas de La Habana Vieja”.
Para redondear la historia, que casi siempre viene “concatenada”, como gustan decir los marxistas, sólo faltaría que estos creativos habaneros digan que no usarán las divisas recaudadas para uso escolar, sino que estarán destinadas a comprar pienso para evitar que mueran más terneros en Las Tunas…, y dejen la descabellada idea de sustituir ganado vacuno por anguilas.
O para reponer los equipos eléctricos que fundió esa aura imperialista al posarse sobre los cables, creando más tensión en Villa Clara. O tal vez para combatir a las auras y buscar verdaderos policías, que en Camagüey no sigan acosando periodistas y cuiden el patrimonio, y eviten de ese modo que Ignacio Agramonte termine siendo una pieza del meruco de cualquier baño de la ciudad.