Con bombo y platillo, la prensa oficialista del régimen celebró que este fin de semana haya comenzado el tercer ciclo de visitas de Gobierno a las provincias del país, pausadas por la propagación de la pandemia de COVID-19 en la isla y la instauración de las medidas restrictivas derivadas de la misma.
Al presidente designado Miguel Díaz-Canel “se le vio contento en fotos y videos”. “Es una persona que necesita estar en contacto firme con la gente, desde el más humilde al científico más iluminado, desde una finquita intrincada en las montañas a un aula universitaria”, dijo el Juventud Rebelde, fiel a la tradición del sistema cubano, aferrado a autorreferirse como revolucionario, de rendir culto a la personalidad de los líderes, aunque sus dichos y actitudes pongan en entredicho su intelecto y capacidad para dirigir un país.
Además de aludir al viaje de Díaz-Canel a Santiago de Cuba, donde el plano de los vivos se unió al de los muertos para que éste hablase con el extinto dictador Fidel Castro y escuchase desde la roca mortuoria que el país “iba bien”, el diario de la sucursal juvenil del Partido Comunista comentó que, “tras un interludio de siete meses debido a la pandemia, el Consejo de Ministros, liderado por el primer ministro Manuel Marrero, y con el acompañamiento también del vicepresidente Salvador Valdés Mesa, regresó ‘a la calle’, pero ahora en composición reducida”.
“No queda de otra si se quiere respetar la nueva normalidad”, dijo el Juventud Rebelde en un panegírico sobre el estilo de dirección de los dirigentes cubanos y sus recorridos, supuestamente en contacto directo con el pueblo para escuchar sus necesidades.
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Escuchar y poco más, porque al final, luego de dos ciclos de visitas de Gobierno, nada se ha resuelto o ha mejorado en Cuba para el cubano de a pie, y difícilmente lo haga tras la nueva ronda de visitas, con esoterismo y todo incluido.
Asimismo, nada se dice del despropósito que constituye en sí mismo el hecho de que unos pocos dirigentes, con protuberantes apéndices que se desprenden de sus cavidades abdominales y torácicas, entiéndase barrigas, vayan a hablar de dificultades, sacrificios y metas con personas que realmente sufren la escasez de la isla a diario.
No es nada contra los gordos y quizás algunos de los “mandamases” en Cuba tengan problemas con la tiroides. Pero, se mire por donde se mire, fastidia y mucho que los principales gobernantes del régimen estén rollizos y rosaditos, mientras hablan de producir claria, tripa y limonada para el pueblo, por demás nunca en cantidades suficientes.
En la isla ya escasean hasta los alimentos o productos ricos en carbohidratos con los que siempre se ha matado el hambre y la falta de variedad: arroz y pan.
Se habla de aprovechar ahora la harina de yuca para producir pan y de cuán delicado es el momento que atraviesa la economía cubana por las causas externas de siempre, sumadas a la pandemia.
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Poco se culpa al bloqueo interno con el que el régimen somete a las fuerzas productivas y tampoco se transparentan los recursos que se destinan al consumo y vida diaria de la alta nomenclatura de la cúpula, esa que todos piensan, y aseguran, come lo mismo y hasta mejor que el turismo internacional, el principal comensal de las langostas, camarones y otras delicias gastronómicas que proveen los recursos de Cuba.
Cuba está en crisis y todos lo saben, pero para que el pueblo lo concientice nada como que sus dirigentes se acerquen a explicárselo, aunque sean dirigentes que no parezcan sufrirla y que exhiben barrigas más coherentes con la gula o el comer como si no hubiera un mañana.