Cómo informa Cuba sobre lo que pasa en Venezuela

Cuba pareciera contar con un "pequeño diccionario del eufemismo" para referirse a ciertos temas. Uno de los principales recursos del Partido para anular la libertad de los ciudadanos es la creación de la neolengua (Newspeak).
Cuba manipula la información sobre Venezuela
 

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Uno de los principales recursos del Partido Comunista de Cuba para anular la libertad de los ciudadanos es la creación de la neolengua (Newspeak), una operación coordinada para cambiar o eliminar del vocabulario todas las palabras que puedan servir para pensar de una manera que no conviene al partido y socavar así la libertad de pensamiento del individuo.

 

Para el año 2050 --le dice uno de los personajes del 1984 de Orwell a otro--, no habrá ni un solo ser humano vivo que pueda entender una conversación como la que estamos sosteniendo ahora.

 

Recordemos que esa distopía novelesca describe una realidad alternativa donde la libertad, la intimidad y el espíritu crítico han sido anulados. Todos los ciudadanos deben someterse a los ideales del Partido en el poder, cuyo líder es el Gran Hermano. La gente vive perpetuamente vigilada y, mediante una obsesiva telaraña propagandística y educativa, es obligada a obedecer al Partido y adorar al Líder.

Varios procesos lingüísticos involucrados en la creación de la neolengua pueden verificarse hoy en la propaganda cubana sobre los recientes sucesos en Venezuela.

La simplificación del lenguaje viene siempre acompañada del circunloquio y el eufemismo; de hecho, el eufemismo es el mejor ejemplo de un lenguaje reducido para impedir la expresión de la disconformidad: si en vez de "malo" --para poner un ejemplo orwelliano--, tenemos que usar el término "inbueno", nuestro pensamiento se va reduciendo y al final dejamos de ver aspectos esenciales de la realidad, amoldada a  una voluntad superior.

Además de aplicar al pie de la letra la táctica goebbelsiana de la repetición incansable de ciertas mentiras para hacerlas pasar por verdades, medios cubanos como el Granma, Cubadebate o la cadena Telesur, además de sus incesantes repicadores cibernéticos, usan cada vez con más frecuencia una serie de términos previamente codificados, que sirven para circunvalar los hechos aludidos y crear en el lector una sensación de distancia y hostilidad.

El mejor ejemplo es el uso del término "injerencia", utilizado hasta el cansancio desde los años 60 para referirse a la política norteamericana en Latinoamérica, pero cautelosamente evitado a la hora de aludir a la penetración cubana en los procesos revolucionarios de Centroamérica, o a la actual presencia cubana en Venezuela.


Tal presencia ha sido descrita hace poco como "una cooperación modesta, en la que participan ligeramente más de 20.000 colaboradores cubanos, el 94% de ellos trabajadores de la salud, otros en la educación". Estas palabras de Josefina Vidal, funcionaria del MINREX, son ejemplo de un cinismo deliberado que ignora a propósito informaciones de los propios medios oficiales cubanos.

En Venezuela funge como agregado militar el coronel cubano Ramón Pérez Torres, y son numerosas las noticias sobre visitas de altos mandos militares cubanos a Venezuela para coordinar o supervisar ejercicios militares. Los cubanos están presentes en áreas estratégicas de ese país y fueron los artífices del sistema nacional de identificaciones, desde donde se controlan una serie de procesos vitales para la economía y la política venezolanas.


Veinte mil colaboradores (en caso de que decidamos aceptar como cierta esa cifra) no son una "actividad modesta" sino una gran cantidad de personal cubano que es presentado como parte de una labor altruista mientras en realidad son parte de una política de control social que el régimen de Nicolás Maduro ha venido utilizando para perpetuarse en el poder.

Hace apenas unos días, el New York Times dedicó un reportaje a explicar en detalle cómo la supuesta "labor humanitaria" de los médicos cubanos en Venezuela ha sido en realidad una herramienta en un deliberado sistema de manipulación política usado para afianzar los votos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), a menudo a través de la coerción.

No sólo se condicionó la atención médica a la ideología de los pacientes y se les amenazó explícitamente con negarles el tratamiento para enfermedades crónicas si no votaban por Maduro, sino que incluso muchos médicos cubanos recibieron carnets de votación falsos para participar en las elecciones. Todo eso también fue parte de lo que la señora Vidal describe como "la extensa y admirable misión de los médicos cubanos".

Al lector casual podría parecerle que Granma se limita a repetir lo que dice el Gobierno venezolano cuando realmente parten de Granma o de algún organismo de propaganda de La Habana. Tengo la impresión de que Granma ejerce como jurado que aprueba o rechaza los eufemismos que usa el gobierno venezolano en la prensa chavista. Por ejemplo, uno no lee ya en los sitios chavistas palabras como “vendepatria”, “pitiyanqui” o “escuálido”, que eran los términos preferidos de Chávez. Ahora es más común que llamen a Guaidó “títere” o “agente del imperialismo”, como Granma ha llamado siempre a los disidentes.

El desastre económico del chavismo es calificado de “guerra económica” y así se le pasa la culpa al “imperialismo”. Los apagones por su parte se tildan de “guerra eléctrica” y pasan a ser culpa de Marco Rubio. Toda protesta popular se reduce entonces a un intento de “golpe de estado” y cualquier  denuncia ante organismos internacionales es el preludio de “una invasión yanqui” o un intento de “ justificar una intervención”. 

Para referirse a la situación actual, los medios oficiales cubanos no escatiman adjetivos tenebrosos ni titulares grandilocuentes: "agresión o asedio imperial", "guerra psicológica", "guerra 4G", "falso positivo", "escalada neofascista", "ciberataque" y "sabotaje" son términos habituales para describir la convulsa realidad venezolana: el desastre provocado por la resistencia de Maduro a cesar una usurpación incapaz de garantizar a los venezolanos los derechos más elementales.

Las pocas veces que aluden al actual presidente encargado Juan Guaidó no dejan de nombrarlo "autotitulado" y siempre se le añade un nutrido repertorio de descalificaciones: "diputado guarimbero", "títere", "marioneta", "gobierno fantasmagórico".

A la Asamblea Nacional, la unica institución política que ha podido conservar a duras penas su integridad democrática, los periodistas cubanos se refieren habitualmente con el irrespetuoso latiguillo "en desacato".

Una y otra vez  los medios cubanos evitan referirse a la inmensa mayoría de países latinoamericanos que han reconocido a Guaidó, pero insisten en cambio en la neutralidad del CARICOM, o en el apoyo de China y Rusia, que tienen numerosos intereses económicos en Venezuela.

Por su puesto, no se reportan nunca las masivas manifestaciones en apoyo a Guaidó, ni los numerosos actos represivos llevados a cabo por el SEBIN, la FAES o la Guardia Nacional bolivariana. Y aún estamos esperando que se haga mención al reciente informe del Comité de DDHH de la ONU, tras su visita a Venezuela.

Tras todas estas descaradas manipulaciones, tras este nutrido diccionario de eufemismos, está, por supuesto, el miedo a que los lectores puedan descubrir la cadena de mentiras que hay detrás del paraíso castrochavista que se ha venido pintando en medios cubanos durante años. Pero tarde o temprano, el Granma tendrá que dar la noticia de la fuga de Maduro. Y será, como se dice, para "alquilar balcones".

 

*Este es un artículo de opinión. Los criterios que contiene son responsabilidad exclusiva de su autor, y no representan necesariamente la opinión editorial de ADN CUBA.

Escrito por Ernesto Hernandez Busto

 

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