El pelotero cubano Jorge Soler, oriundo de Melena del Sur, se encamina temporada tras temporada al Salón de la Fama del Béisbol de Cooperstown. Tras convertirse en el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial y en ayuda fundamental del campeonato de los Bravos de Atlanta, el camino parece más fácil. Pero así no ha sido siempre.
El viaje hacia la cima del béisbol mundial ha sido bastante desafiante para el pelotero de 29 años. Es una búsqueda que finalmente completó 10 años después de desertar rumbo a los Estados Unidos.
En 2010, Soler promedió 304 de average para ayudar a Cuba a ganar la medalla de bronce en el Campeonato Mundial de Béisbol Juvenil. Ese éxito le dio la confianza para seguir una carrera en las Grandes Ligas. Así que al año siguiente el cubano salió de la isla con su sueño de debutar en MLB.
“Lo intentamos varias veces, pero siempre nos detuvieron un poco antes. Para mucha gente, depende de cuántas veces uno intenta irse. Y también depende de la suerte que uno tenga. Todo el mundo tiene historias diferentes y hay jugadores que han pasado por mucho más”, dijo hace un tiempo el cubano al diario Kansas City Star.
SU CAMINO EN MLB
Primero estableció su residencia en Haití y luego acordó un contrato de nueve años y 30 millones de dólares con los Cachorros de Chicago. Cuatro años después, Soler debutaba en Grandes Ligas con ese equipo. Durante tres temporadas con Chicago, bateó 258 con 27 jonrones y 98 carreras impulsadas, pero se ponchó 211 veces en 211 juegos. Esto hizo dudar a la directiva que lo cambió a los Kansas City Royals.
Con los Reales, las lesiones lo limitaron a solo 96 juegos durante las temporadas 2017 y 2018, pero luego se recuperaría a lo grande. Soler se establecía dentro de la alineación y se mantenía con averages ofensivos decorosos. En 2020, con la temporada acortada por la pandemia, bateó 228, con ocho jonrones y 24 carreras impulsadas en 43 juegos.
Comenzó esta temporada lentamente, bateando al inicio un anémico 192 en 308 turnos al bate. Ante este bajón los Reales lo cambiaron a los Bravos de Atlanta por el lanzador de ligas menores Kasey Kalich el 30 de julio.
“Fue un desafío al principio. Me sentí un poco fuera de mi zona de confort. Realmente no conocía a la gente. Fue un poco difícil ir a un lugar nuevo y empezar a conocer a todos. Pero en una semana, me sentí como en casa. Todos en el club me dieron la bienvenida y me sentí rápidamente como una familia”, dijo Soler a AP tras el cambio.
SERIE MUNDIAL Y MVP
Ese sentimiento familiar ayudó a Soler a rejuvenecer su carrera. Con los Bravos levantó su promedio ofensivo, con 269 de average, 14 jonrones y 33 carreras impulsadas en 55 juegos. Con su ayuda los Bravos ganaban la división este de la Liga Nacional. Pero, una vez más, Soler afrontó otro desafío: salía positivo al Covid.
Soler pasó a la lista de lesionados durante 10 días y se perdió cinco juegos durante los playoffs de la Liga Nacional. Pero tuvo un impacto instantáneo en la Serie Mundial, conectando un jonrón de apertura en el primer inning del primer juego contra los Astros de Atlanta.
Así se convirtió en el primer jugador en conectar un jonrón en su primera aparición en el plato del Clásico de Otoño. El cubano no se detuvo ahí. Continuaría bateando .300 con tres jonrones, seis carreras impulsadas y seis carreras anotadas contra los Astros para ganar el MVP. El segundo cubano que lo consigue en MLB.
“Esto significa mucho para mí”, dijo Soler al New York Times en español mientras estaba de pie en el infield con una bandera cubana sobre sus hombros y cargaba a su hija.
“Esto es lo más grande que me ha pasado en mi carrera, especialmente de dónde vengo, Cuba. Es más difícil llegar aquí y llegar a las Grandes Ligas y tener estos resultados. Es increíble”, concluía. Ahora todos piensan en Cooperstown.