Llega septiembre de 2019 y Omara Ruiz Urquiola, después de muchos años dedicados al magisterio, no podrá estar en el aula cuando inicia el curso escolar.
Su contrato como parte de la plantilla fija docente fues rescindido el pasado 29 de julio por las máximas autoridades del Instituto Superior de Diseño de La Habana (ISDi), no por falta de méritos, “sino por la persecución política hacia ella y su familia, que el gobierno esconde detrás de esa decisión ilegal y violatoria”.
Hasta esa fecha, ejercía como maestra de las asignaturas de Historia del Diseño y Cultura Cubana en el ISDi, institución en la que alcanzó la evaluación de Profesora Auxiliar de la enseñanza de nivel superior.
Quedar al margen del magisterio es algo que le afecta, pero también reconoce cierto alivio: “sentía que llevaba el ‘grillete en la cartera’ desde hacía varios años, pues estaba en una institución donde más allá de mi relación con los estudiantes, me hallaba fuera de lugar porque estaba viendo cosas distantes de mi formación moral y mis principios”.
Ruiz Urquiola cuenta además que, desde el punto de vista profesional e intelectual, estaba lastrada, debido a una estructura de dirección existente en la que es ajeno el diseño, los grandes diseñadores, así como los paradigmas y obras modélicas de Cuba, por lo que no podía hablar de esas temáticas con nadie en el centro educacional excepto a sus alumnos y la Jefa de la Disciplina, pues corría el riesgo de parecer petulante o de hablar un idioma diferente.
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La situación existente en el ISDi – asegura Omara— enciende las alarmas del futuro del Diseño en el país, pues hecha por tierra la concepción de lo que debe ser un profesor universitario. Para ella, un docente de la casa de altos estudios tiene una responsabilidad especial porque enfrenta a personas que se encuentran entre la última fase de la adolescencia y el primer paso hacia la madurez.
“La posición del maestro es privilegiada, pero debe estar preparado porque se demanda constantemente conocimiento. Moldea y dinamita a la vez las concepciones que van cambiando, subvirtiendo y madurando en el combate intelectual. El alumnado quiere saber y enterarse del mundo, discutir, polemizar y no aceptar solamente, sino tratar de subvertir el orden impuesto. Por eso es tan peligroso un maestro que genere el diálogo desde posturas relacionadas al debate, lo abierto y confrontacional; por eso yo tenía que quedar fuera de la academia así como tantos otros expulsados antes que yo”, subraya.
Unas polémicas declaraciones de la viceministra Primera de Educación Superior cubana, Martha del Carmen Mesa Valenciano (“El que no se sienta activista de la política de nuestro Partido, un defensor de nuestra ideología, de nuestra moral, de nuestras convicciones políticas, debe renunciar a ser profesor universitario”) desataron estos días un sinnúmero de comentarios, mayormente críticos
Para Omara, la viceministra es un paradigma del sistema. “Lo que hizo fue preclaro desde el punto de vista de la historia, para acabar de entender los intelectuales de que en un sistema tan cerrado y en un régimen totalitario como este, no hay un camino para el disenso y la confrontación necesaria que es la esencia de la academia. Uno piensa que puede correr ejes de las equis, generar espacios de discusión y tolerancia que aporten a una sociedad cambiante como la nuestra, pero no, ella lo dejó muy claro.
“El libre pensamiento es consustancial a la existencia de una nación, pero desde 1959 se cerró toda posibilidad de intercambio, de recibir, mutar, generar algo nuevo. Por lo tanto, la nación muere, se asfixia. Y está pasando algo muy peligroso, pues cada vez son más los jóvenes profesionales que emigran porque ven que no pueden lograr sus metas en Cuba por esa asfixia”, reflexiona.
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Pese a ya no ser profesora del ISDi, hay ciertas satisfacciones personal que no le podrán quitar a Urquiola. “Me siento profundamente orgullosa de establecer lazos sólidos con los estudiantes, quienes me llaman o pasan mensajes si están fuera, me detienen en la calle para saludarme, algo con lo que jamás pensé contar”.
Sobre un posible retorno a las aulas, tiene muy bien pensadas las condiciones que deben existir: “Para que yo regrese a la Universidad de La Habana tiene que cambiar una sola cosa en Cuba que cambiaría el resto: Cuba necesita entrar al mundo, a espacios de libertad y de estado de derecho; necesita salir de ese régimen que la asfixia.
"Me siento acosada, perseguida, me siento medida milimétricamente desde el año 2016, cuando la huelga de hambre que hizo mi hermano por mi medicamento. Antes siempre estuve relegada, pero desde el 2016 la situación se volvió más cruda" -declara.
“Entraré a la Universidad cuando pueda subir las escaleras acompañada del brazo de mi hermano y cuando puedan incorporarse también Oscar Casanella, Julio Antonio Fernández y otros tantos profesores de las distintas universidades del país que han sido estigmatizados, expulsados y segregados políticamente. Antes, no tengo nada que hacer. Esa Universidad que existe ya no es para mí, ahí no quepo”, concluye.