Me preocupa que la isla de Cuba quede muy pronto vacía.
La noticia me ha sorprendido, pero no me ha sorprendido. Es decir, como ya es costumbre con respecto a Cuba: sí, pero no. Cuando leí que se quedaba en España la mitad del Coro Nacional de Cuba al finalizar una gira de conciertos fue como recibir un jarro de agua fría en pleno rostro. Enseguida me pregunté: ¿Pero existía aún un coro nacional en la isla?
Luego comprobé que sí, y que lo seguía dirigiendo esa señora (o compañera) con nombre contradictorio, Digna Guerra. Y recordé que no hace mucho también el coro Madrigalista de Santiago de Cuba desertó casi en masa, o en masitas. Y pensé que si seguíamos así muy pronto habría que importar voces del extranjero, porque los que queden no tendrán fuerzas para elevar las suyas. O no lo harán por miedo, porque gritar en Cuba cualquier cosa puede llevarte a una condena de 4, 5 o 12 años de prisión, dependiendo lo que cantes y a quién se lo cantes.
Tal vez los únicos que canten (y no victoria) sean algunos pocos convencidos, miles de viles, los oportunistas de siempre, los que no recuerdan ya ni qué cosa quieren y las clarias, muchas clarias que se llevarán un día las aguas, para poder decir por fin que en Cuba ya hay aguas clarias.
Aquel Coro Madrigalista de Santiago, el coro profesional más antiguo de Cuba tuvo una actitud similar a la de Entrevoces, cuando 10 de sus miembros decidieron quedarse en tierras aztecas a cantar rancheras, prefiriendo los tacos de carnitas y enchiladas a las deliciosas cáscaras de papas fritas según la receta del enviado de Dios a la isla, el sapientísimo y no menos desvergonzado Frei Betto.
Dos coros que dejaron una raya ardiente a los corifeos. Dos agrupaciones vocales que decidieron convertirse en consonantes. ¿Será que todo el mundo quiere irse con su música a otra parte? ¿Será que el aire de la isla ya no deja articular un Do sostenido? ¿O es que los desgobernantes que llevan el país al precipicio lo más sostenido que han logrado hacer es la vigilancia y la represión? ¿La música se va? ¿Y entonces por qué regresó Raúl Torres?
¿Quién va a cantar los logros de la revolución ahora? Es posible que por eso la gente esté saliendo a la desbandada, porque no hay logros ya, y lo de revolución fue el sonsonete con que comenzaba y terminaba sus largos conciertos el solista de siempre, que hoy duerme en la piedra de Santa Ifigenia. Otros han querido entonar la cancioncita, pero ya a la gente no le cuadra, no lo creen, porque era una revolución hecha por los humildes para los humildes. Y realmente cumplió su cometido: más humilde no puede ser el pueblo.
¿O será que ese mismo bolerista intragable dijo aquello de que “hemos hecho una revolución más grande que nosotros mismos” y la gente avispada está saliendo al exterior buscando tallas más pequeñas? Mi amigo, el sociólogo y sicólogo Armando Tejuca defiende la tesis de que los cubanos nos vamos por culpa de las madres y las abuelas que, cuchara en mano, nos hacían el avioncito con la comida para que nos alimentáramos. Pero hoy por hoy no hay comida, cucharas o aviones.
Me preocupa Cuba. Sigue flotando casi milagrosamente, pero sobre la roca cada día hay menos cosas. Ninguna vaca, ningún pollo, poca o ninguna luz. Y eso que era “faro de América toda”, pero hace rato que se apagó la vela o no hay luz brillante. Va quedando mucho marabú y una cantidad asombrosa de imbéciles.
No solamente se van los del bel canto. Hay otros aficionados que no hacen coro por decoro y también se la dejan en la uña a estos toletes que lo único que tienen a mano es precisamente eso, toletes. Ya es un cásico del béisbol que 11 de los 24 jugadores del equipo Cuba que iba al Mundial Sub-23 en el 2021 abandonaron la delegación en México.
Y cada día más gente vende sus casitas y sus cositas y sigue el camino del pueblo hebreo, en fila india, mostrando la buena forma deportiva que ha dejado en los cubanos la marcha de los 62 kilómetros, el correr tras las guaguas o la permanencia en la cola del pollo. Antes nuestros tíos y primos se iban sin saber si regresarían. Y el gobierno no los dejaba hacerlo.
Hoy parten a lomos de un delfín, en tablas o gomas de tractor, o en avión para luego atravesar las selvas y los ríos del continente, lamentando no haber prestado más atención en las clases de geografía de la secundaria. Nadie se ha ido en una pompa de jabón porque el jabón está perdido. Pero no les pasa por la cabeza lo de volver, porque uno regresa a los lugares que han sido amables con uno. Y Cuba está perdiendo esa capacidad.
Seguramente los peloteros, la gente que decidió arriesgar su vida y los cantantes de estos coros han pensado lo mismo que yo y que cientos de miles de viajeros anteriores y posteriores: “Para la leche que da la vaca, que se la tome el ternero”. Me excuso por haber utilizado en este texto tres términos antiguos y ya desconocidos en la isla: vaca, leche y ternero.
Pero me preocupa que la isla de Cuba quede muy pronto vacía.
Que no quede gente para sentarse a coger aire en el malecón, o para que la policía y la Seguridad del Estado tengan contenido de trabajo. Que no haya personal para barrer las calles, o para ensuciarlas.
Me preocupa que Cuba quede deshabitada. ¿Quién les dará comida a los animales del zoológico nacional? ¿Qué personal se ocupará de vaciar las pipas de cerveza que la dictadura lleva a las concentraciones populares de apoyo a sus disparates? Posiblemente los cinco millones que dicen Granma y el programa Con filo desfilaron el primero de mayo. Iban con todo: con botes, piraguas, salvavidas, maletines, pomos de agua y algunos víveres.
Pero, ya digo, y sé que esta noche no dormiré escuchando el coro de lamentos de los mismos hijos de miel de purga de siempre: los segurosos, los desquiciados que gozan con vigilar y pegar, los optimistas por encargo y todos esos gordos que están emplantillados en el gobierno. ¿Quedará alguien en la isla?
Tal vez algunos ancianos y unos cientos de niños, que comiencen a acostumbrarse al pan de yuca y a freír cáscaras de papa, sigan poblándola, construyendo bajareques bajo la guía sabia de un cacique, mientras algún behique se ocupe de sobar vientres y de avisar cuándo lanza Mabuya un juracán.
Y en la costa taínos, siboneyes y guanajatabeyes mirando el horizonte. Y un nuevo Hatuey que brilla en la montaña estará intentando animar a sus indocubanos gritando: “Vamos, compañeros, vamos a hacer un corito ahí”.
*Ilustración de Portada: Armando Tejuca