La propaganda norcoreana no ha ahorrado calificativos a la hora de calificar el desarrollo de la recién inaugurada urbe de Samjiyon, “modelo de ciudad montañosa moderna”, “epítome de la civilización moderna”, “villa ideal”... Erigida a los pies del sagrado monte Paektu, símbolo de la nación coreana reconvertido en referente de la dinastía autócrata de los Kim, su papel es tan relevante que el propio Kim Jong-Un acudió este lunes a inaugurar uno de los proyectos estrella auspiciados bajo su mandato.
Con la localidad tapizada de nieve, la ceremonia tuvo lugar frente a miles de soldados y civiles, y se presentó como una demostración más de la resistencia de los norcoreanos a las sanciones internacionales impuestas por sus programas balísticos y de armas nucleares. Kim cortó una cinta roja ante la estatua de su padre, Kim Jong Il, antes de que soltaran globos y el cielo se iluminara con fuegos artificiales. “¡Viva el gran líder de la fuerza de nuestro partido y país, camarada Kim Jong-Un!”, se leía en las pancartas.
La urbe se ha diseñado de acuerdo con lo que Pyongyang llama “utopía socialista” y cuenta con bloques de apartamentos, hoteles, una estación de esquí, un museo de la revolución y centros comerciales, culturales y sanitarios. Además, una nueva línea de ferrocarril hasta Hyesan y una fábrica de tratamiento de arándanos y patatas, los principales recursos de la zona. Se espera que unas 4.000 familias se trasladen a las nuevas casas.
Junto a la ciudad turística de Wonsan, la construcción de Samjiyon es uno de los principales proyectos lanzados por Kim en la búsqueda de una “economía autosuficiente”. Para lograrlo, el Gobierno ha invertido grandes sumas de dinero en este proyecto, que necesitará de al menos un año más para estar totalmente acabado.
A consecuencia de las sanciones, el proyecto ha padecido numerosos retrasos por falta de materiales y mano de obra. Pyongyang palió esa escasez movilizando al ejército y a brigadas de jóvenes que, sin cobrar, trabajaban turnos de 12 horas durante 10 días seguidos a cambio de tener más papeletas para entrar en la universidad o en el gobernante Partido de los Trabajadores. Para la propaganda norcoreana, una muestra más de la entrega de su pueblo a su líder; para las organizaciones de derechos humanos, una práctica semejante a la “esclavitud”.
La inauguración se produce en un momento en el que las conversaciones con Washington están sumidas en un profundo marasmo y se aproxima la fecha límite del 31 de diciembre dada por Kim a Donald Trump para que acabe con su “política hostil” y ofrezca una nueva propuesta y concesiones –sobre todo, en lo relativo a las sanciones– con las que volver a negociar su desnuclearización. “Depende completamente de EEUU elegir qué regalo de Navidad quiere recibir”, volvió a advertir ayer un alto cargo norcoreano a través de la agencia estatal KCNA.
Por su parte, el presidente Trump recordó que mantiene una “buena relación” con Kim, pero dejando claro que su país cuenta con el ejército “más poderoso” de toda su historia. “Esperemos no tener que usarlo (...). Pero si tenemos que hacerlo, lo haremos”, respondió desde Londres.
(Con información de The Guardian y DW)