Joven Club de Computación, otra idea que muere

La idea de crear estos Joven Club de Computación fue de Fidel Castro, que mientras vivió estuvo al tanto de su funcionamiento y se ocupó de propulsarlos, como ya no está, la iniciativa fracasó
Uno de los locales de Joven Club de Computación. Foto: Yunia Figueredo
 

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Argimiro Beltrán fue instructor de un Joven Club de Computación de La Habana. Decepcionado por el rumbo que tomaron estos clubes, se puso a trabajar por cuenta propia instalando sistemas operativos, recuperando información o descargando programas y antivirus.

“Me disgusté con el programa Joven Club porque se apartó de la razón por lo que fue instituido: escuelas para enseñar al pueblo”, explicó Beltrán.

Y agregó: “Comenzaron bien, eran puntos de nexos con la comunidad. Luego los olvidaron.  Recientemente se hizo una reparación capital a toda la red Joven Club de La Habana, pero siguen sin máquinas”.

El exinstructor afirmó que ahora en esos lugares solo están brindando servicio de asistencia a domicilio, donde la visita cuesta 50 pesos (aproximadamente 2 dólares). Se volvieron comerciantes y generadores de ingresos, no educadores, que fue su objetivo de creación.

La idea de crear el Joven Club de Computación e Informática y extenderlo por todo el país fue de Fidel Castro, que mientras vivió estuvo al tanto de su funcionamiento y se ocupó de propulsarlos, como ya no está, la iniciativa mutó.

Suspendieron los cursos. Desaparecieron las horas de máquinas, que era de gran ayuda para la gente que trabajaba y no tenían en su casa un PC”, aseguró.

 

 

Agregó que también era un centro de esparcimiento y recreación para niños y jóvenes. Al retirar el parque de computadoras viejas y no reponerlas con nuevos equipos, “se acabó ahí mismo el Joven Club”.

Algo parecido sucede con otra idea del Comandante, dijo Beltrán: las Salas de videos, construida una en cada municipio del país, que funcionaron muy bien al principio, pero hoy están cerradas y sin intenciones de reabrir.

Ahora esas salas son locales acondicionados, que mantienen su equipamiento y confort, pero están obsoletos y el ministerio de cultura al que están adscritos, no les brinda ninguna atención, añadió.

El exinstructor agregó: “En el caso del Joven Club, al convertirlos en centros generadores de recursos sirve para recuperar su inversión, son muchas sus matrices para sacar dinero”.

Mencionó, por ejemplo: “Un nuevo decreto exige a los propietarios de antenas parabólicas, estar inscritos al Joven Club y pagar una cuota mensual, sin que el Joven Club intervenga para nada en la conexión. Un verdadero ciber peaje”.

 

 

“En el Joven Club de Computación se sembró la simiente de lo que iba ser la llegada de la Internet a Cuba”, concluyó con tono nostálgico Argimiro: “Cuando trabajaba con ellos me gustaba guardar datos. Escucha este: Desde su creación hasta 2014, el Joven Club impartió 19.700 cursos en toda la isla, en los distintos niveles, y sobrepasó el millón de horas máquinas. Estos números demuestran la afluencia de personas a los clubes, hoy vacíos por la falta de equipos”.

Yuri Santiesteban, otro exinstructor de Joven Club, renunció a su plaza para irse de comprador a un Círculo Social.

“Fue un cambio drástico, lo reconozco, pero la verdad es que no quiero siquiera escuchar las palabras: PC. Ese trabajo en el Joven Club me tenía fundido. Muchos programas… algoritmos…  aceptar, siguiente, siguiente…hasta que dije: ¡No! ¡Mucha pincha para tan poca plata! Ahora de comprador me va mejor. Ando por La Habana de arriba a abajo, raspando donde quiera que llego”.

Yuri también opina, que la iniciativa del Joven Club de Computación se apartó de su intención primigenia: enseñar a los más pobres el manejo de las nuevas tecnologías. Según Yuri esa idea murió.

“Como ya Fidel no está, ahora rige la ley del mercado. Brindar asistencia informática y cobrar el servicio, a aquellos que un día les enseñamos a trabajar con las PC”, aseguró.

 

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