Un ambicioso plan de reforma urbanística a largo plazo, que redibujará el perfil de la bahía habanera, está siendo explorado, según anuncian esta semana varios medios oficiales cubanos.
La zona, ubicada en el centro geográfico de la urbe habitada por más de 2.1 millones de personas y que durante décadas fue polo de desarrollo portuario e industrial –con lo cual quedó “de espaldas” a la vida de la ciudad–, es desde años centro de atención y del trabajo de arquitectos, urbanistas, científicos sociales y especialistas en medioambiente, instituciones diversas, universidades y organismos del Estado.
Por estos días, se celebró en el Centro Cultural Antiguos Almacenes de San José el primer taller sobre el Plan Perspectivo de Desarrollo Bahía de La Habana (PPD-BH), el instrumento que recoge las regulaciones, marco legal, políticas y premisas, zonas de actuación y ordenamiento territorial, principales ejes y ámbitos o dimensiones en el proyecto que busca, como establece el propio documento, “lograr el desarrollo integral del territorio de la bahía”, definida como una “pieza estratégica fundamental de la ciudad, uno de sus centros esenciales, cuya diversidad tipológica y funcional y potenciales económicos pueden impulsar el desarrollo de La Habana del futuro”.
Coordinado por el Plan Maestro de la Oficina del Historiador de la Ciudad, la Facultad de Arquitectura de la Universidad Tecnológica de La Habana (UTLH-CUJAE) y el Grupo Ejecutivo de la Comisión Gubernamental Bahía de La Habana (GE-CGBH), el taller tuvo como objetivo presentar el documento que recoge el Plan Perspectivo y conciliar todos los criterios de organismos y entidades sobre el proyecto para llegar a una versión definitiva que será presentada a la Comisión Gubernamental en abril próximo.
El Plan Perspectivo de Desarrollo tiene, según las autoridades, un enfoque integrado en el que son primordiales la sostenibilidad y el concepto de prosperidad con equidad. Entre sus premisas están las tecnologías del conocimiento, las industrias culturales, las economías creativas y la innovación; la protección del paisaje cultural en sus diversas categorías (subacuático, arqueológico, fortificado, urbano y posindustrial) y la conservación de los valores naturales y culturales en armonía con las necesidades del desarrollo socioeconómico.
También se plantea priorizar el uso público del borde costero (según el libro del Plan de Manejo del Paisaje Cultural, hoy solo el 8% de la línea de contacto de la bahía habanera es de espacio público), generar sinergias socioculturales y económicas a partir de las vocaciones funcionales y de acuerdo con los valores patrimoniales, paisajísticos, naturales y urbanos del territorio, y conciliar el verde estratégico o infraestructura verde con los proyectos a desarrollar.
La nueva estructura urbana facilitará la conexión del tejido existente con el de nueva creación, y debe conservar el carácter habitacional del área, “garantizando la permanencia de la población arraigada y el desarrollo de estrategias diferenciadas, tanto en el acceso como en la construcción, para los nuevos desarrollos, la rehabilitación y la transformación de zonas precarias, con parámetros de habitabilidad apropiados y tecnologías innovadoras, haciendo a los pobladores los principales protagonistas de la regeneración urbana”.
Otras premisas son promover el desarrollo local sostenible y autofinanciado a través de la puesta en valor responsable de los paisajes culturales, el patrimonio y los recursos económicos identificados en la zona, y garantizar las necesidades de accesibilidad, movilidad y la protección de sectores vulnerables de cada localidad, dotando al territorio de una red de equipamiento, servicios, infraestructuras y facilidades urbanas contemporáneas.
El Plan Perspectivo, en el cual se definen 71 polígonos de intervención, promueve nuevas soluciones de transporte e interconexión multimodal dentro y en torno a la bahía, para la cual se concibe un futuro de uso social y de ocio (crucerismo, náutica, recreación, alojamiento, recintos feriales, zonas verdes, espigones flotantes, servicios, miradores, centro de interpretación…), cultural y deportivo, residencial, educativo, científico y productivo.
La nueva trama urbana deberá armonizarse con la existente, que abarca tanto vías de comunicación como piezas de patrimonio industrial que deben ser conservadas y favorecen la puesta en práctica del “mientras tanto”, una concepción aplicada internacionalmente en procesos de urbanización de espacios vacíos.
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En los últimos años, varias importantes ciudades de todo el mundo han llevado a cabo reconversiones portuarias. Entre esas experiencias internacionales que sirven de inspiración al proyecto cubano está la reconversión del viejo puerto de Londres (los modernos Docklands) y Liverpool (Inglaterra), Puerto Madero (Buenos Aires, Argentina), HafenCity (Hamburgo, Alemania), Bilbao (País Vasco, España), el Port Vell (Barcelona), o el Harbourfront (Toronto, Canadá).
Entre los referentes mundiales, el desarrollo urbano de London Docklands, iniciado en los setenta del siglo XX, ocupa 2 300 hectáreas. Su reconversión tomó 35 años y absorbió 3 900 millones de libras esterlinas del sector público y 8 700 millones del sector privado (en total, y al cambio internacional a fines de 2018, poco más de 16 000 millones de dólares).
Otro caso de estudio, al que han mirado expertos de Cuba y otros países, ha sido el de HafenCity (en Hamburgo, Alemania), iniciado en 1997 y cuyo fin está proyectado para el periodo 2025-2030: un área de 155 has, espacios públicos y privados, plazas, parques y paseos, edificios residenciales y de oficinas, centros académicos, culturales y de entretenimiento… La inversión total estimada es de unos 11 000 millones de euros.
El territorio incluido en el ambicioso Plan Perspectivo de Desarrollo de la Bahía de La Habana, es más del doble del de Hamburgo: abarca unas 4 400 has. Esa escala del área es uno de los grandes retos, entre los que también están el desarrollo integral desde las redes técnicas y la comunicación hasta el uso de energías renovables y prácticas sostenibles, las vías de financiación, la reconversión de un notable sistema de infraestructuras industriales existentes (decenas categorizadas como patrimonio industrial) y el saneamiento de la bahía y de los suelos en torno a ella.
Aunque desde 1998 hasta hoy se aprecia una reducción de 85.41% en la carga contaminante, el monitoreo y los estudios en la bahía entre 2006 y 2019 confirman que su calidad ambiental sigue siendo desfavorable, lo cual la hace “altamente comprometida” para los usos actuales y perspectivas propuestas.
En las márgenes de la bahía se asientan aún más de 100 industrias e instalaciones que vierten sus aguas residuales al cuerpo de agua. A esto se suman los aportes de los ríos Luyanó (a él tributan alrededor de 30 industrias, más de siete colectores de aguas residuales urbanas procedentes de los repartos periféricos y 16 drenajes pluviales y ramales de alcantarillado) y Martín Pérez (aguas residuales de más de 15 industrias e instalaciones, vertimientos de 10 drenajes pluviales y ramales de alcantarillado de los repartos asentados en su cuenca), así como los del arroyo Tadeo (aguas residuales de 15 ramales de alcantarillado y los drenajes de una parte del sector urbano de los municipios Regla y Guanabacoa), y los drenes Agua Dulce, Matadero y San Nicolás.
En el ámbito de la sostenibilidad económica, las proyecciones van desde una estrategia para la inversión de capital extranjero y nacional y el empleo de instrumentos fiscales y mecanismos financieros especiales, hasta las alianzas entre los sectores estatal y no estatal, la gestión integral de la cooperación internacional, la creación de un fondo de inversiones y la conformación de una cartera de proyectos de inversión en la zona (con la propuesta de que se aporte un porcentaje dedicado al saneamiento de la bahía antes de cada proyecto).
El ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, presidente de la Comisión Gubernamental Bahía de La Habana, insistió en la noción del “mientras tanto” –no detenerse, aprovechar las potencialidades del patrimonio ya construido con usos temporales que aporten dinámica y desarrollo e, incluso, fondos para la renovación– y consideró muy importante la participación de las universidades y las autoridades de los territorios en el taller y el proyecto. También coincidió con los participantes al señalar que “el saneamiento de la bahía debe ser una prioridad”.
Por el momento, se trata de un ambicioso y necesario plan de renovación de una de las estructuras fundamentales y más olvidadas de la capital habanera. Pero la actual situación de la economía cubana, actualmente al borde de la recesión según cifras oficiales, hacen prever que esta transformación urbana, que requerirá decenas de miles de millones de dólares, seguirá por lo pronto en los planos. Soñar, a fin de cuentas, no cuesta nada.