El brote de coronavirus en el hospital Faustino Pérez, de Matanzas, que ya rebasa los 40 casos de transmisión autóctona de coronavirus, sigue captando atención de las autoridades sanitarias cubanas, que hallan difícil explicar, al menos bajo los eslóganes y lemas tradicionales, cómo se produjo tal episodio en un centro esencial para el control de la epidemia en la central provincia.
A tono con ello, este martes 19 de mayo el oficialista Juventud Rebelde publicó el artículo “Diez días que estremecen a un hospital”, en el que se da voz a directivos de Salud en Matanzas, que reconocen como causas del brote la indisciplina y falta de previsión.
Asimismo, se desliza la presunta culpabilidad de una estudiante de medicina. No se da por hecho, pero se describe al detalle cómo habría sido la cadena de transmisión, dando por verídica esa hipótesis.
Al oficialismo y las autoridades sanitarias cubanas, sean de Matanzas, la Isla de la Juventud o Guantánamo, les cuesta reconocer lo que ya muchos han denunciado en redes, que el brote y la infección de parte del personal de terapia intermedia pudo deberse a la falta de condiciones e insumos médicos e higiénicos.
Es por eso que las potenciales causas del problema del Faustino Pérez hay que echárselas a los enemigos de siempre, esos que impiden la materialización del proyecto paradisiaco prometido desde siempre: la indisciplina, la falta de previsión o mala planificación, y un deficiente trabajo de control interno, continuo y severo.
Faltó, por supuesto, el “bloqueo” estadounidense, pero ese enemigo sí que no tiene cabida en este episodio, al menos no si se quiere redactar algo creíble, porque no faltarán quienes seguramente lo hagan, estirando el hilo al máximo para exculpar a los sabios dirigentes partidistas de la isla, o de todos los niveles, defensores de todo lo bueno y justo en tanto voceros y representantes del mejor sistema posible.
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En tal sentido, obviando las explicaciones que dan denuncias ciudadanas, la doctora Haydeé Linares Sosa, especialista jefa del departamento de Higiene y Epidemiología en el Faustino Pérez, opinó ante Juventud Rebelde que “este evento de transmisión pudiera estar relacionado con una estudiante interna que realizó una guardia después de haber tenido contacto con una paciente remitida al centro de aislamiento del hospital Mario Muñoz Monroy, la cual resultó positiva al nuevo coronavirus”.
Según Linares Sosa, licenciada en Enfermería y máster en Enfermedades Infecciosas, en esta eventual cadena de trasmisión del virus “falló el uso de los medios de protección”.
“Todo indica que la residente no tomó las medidas imprescindibles al pasar de la consulta hacia la guardia, donde estuvo en contacto con el resto del personal afectado y otros pacientes”, precisó Linares, que afortunadamente, en un guiño no habitual en Cuba a la presunción de inocencia, reconoció que “esa causa no es conclusiva y aún se investigan otras posibles fuentes”.
Para el redactor del artículo, parte de la población “se ha apresurado a calumniar al colectivo de esta instalación de la salud” como consecuencia de lo sucedido.
“Sin embargo, al visitarlos comprobamos cómo asumen críticamente sus errores y muestran la vergüenza que caracteriza a los cubanos y a los profesionales de la salud en particular”, agregó el periodista, que pretende engañar a sus lectores, porque parte de la población ha sido más crítica con la escasez de insumos y las malas condiciones de los hospitales, entre ellos el Faustino Pérez, y no con los trabajadores como tal, que en definitiva son víctimas también de infraestructuras débiles y frágiles.
El pasado sábado, ADN Cuba informó que nueve médicos del servicio de terapia intermedia del hospital Faustino Pérez habían sido sancionados por la dirección del centro por no estar “bien protegidos” y contribuir a la propagación de la epidemia de COVID-19 en ese recinto.
Según denuncias en redes sociales, es cierto que los sancionados, presuntamente también enfermos, estaban mal protegidos, pero “porque quien tenía que velar por ello” no les suministró los medios de protección adecuados.
Entonces, al menos la parte de la población que denuncia en las redes no atacaba al colectivo del hospital, sino a los encargados de hacer que éste funcionara como tal y no como un centro de transmisión de la enfermedad que tiene al mundo de cabeza.