Clara Sexto, de Jaimanitas, pide que el nasobuco se quede como atuendo después que termine la plaga.
“Por las muchas ventajas que brinda, sobre todo tapa las arrugas. Y con un par de gafas nadie te conoce. Ideal para los sin dientes, para narizones, quijúos”.
Rigo Viera también da gracias al instrumento sanitario, imprescindible para minimizar el riesgo de contagio del COVID-19. Es un padre de familia y desde que comenzó el 2020 le fue mal en los negocios.
“Me llené de deudas. Se me hizo difícil salir a la calle, a luchar la vida. No es que sea mala paga, es que en 2020 todo empezó a ir para atrás y me endeudé hasta el hueso. Llegó un momento en que tuve que hacer un plano de las calles por donde podía transitar, para no tropezarme con los acreedores. Ahora con el nasobuco camino libremente y sin miedo. Unas gafas, una gorra y les paso por al lado, como si nada”.
Luis Tejeda, actor de teatro, tiene problemas de acné juvenil mal tratado y eso le ocasiona trauma social. Ahora, refugiado tras los nasobucos que les confecciona su abuela, incluso consiguió una novia.
“Mi abuela es una experta en nasobucos. Escoge telas coloridas que combinan con mi atuendo y mi signo zodiacal, que es Piscis. Fabricó tres que parecen pasamontañas. Hay otro que es una cara de hombre, varonil, de fuerte carácter. Cuando me pongo ese arraso”.
Para Mayda la dulcera, de calle 230 y Tercera C, en Jaimanitas, el nasobuco es una pieza que le viene caída del cielo.
“Tengo un cuerpo que todos los hombres tienen que mirar, pero reconozco que tengo una cara de bruja que me ha hecho perder parejas. Con el nasobuco son otros veinte pesos, porque mi face queda resguarda tras la tela”.
Mayra y su hermana Lourdes son las promotoras del uso intensivo del nasobuco en Jaimanitas. Lo usan incluso dentro de la vivienda.
“Mi hermana Lourdes tiene mejor cuerpo que yo”, dice Mayra. “Pero nació con labios leporinos y aunque la operaron y mejoró bastante siempre ha vivido con ese trauma. La mascarilla la hace otra persona. Antes nos decían las feítas, ahora nos dicen las buenotas”.
Dos personajes del barrio de muy baja catadura, La flauta y caja de leche, envueltos siempre en delitos y buscados por la policía o por personas a las que han estafado, o les deben dinero, son irreconocibles tras los nasobucos y andan felices y confiados por la calle.
“Ahora con el tapa boca nadie sabe quién es quién”, dice La flauta. “La policía está atada de pie y mano ante miles de rostros con bozales, que transitan en la vía”.
Para caja de leche el nasobuco es su mejor aliado. “Antes teníamos que enmascararnos. Ya no”.