No podemos negar que los cubanos somos gente de valores. Sin embargo, en el día a día de la isla, estos muchas veces se pierden por las vicisitudes que debemos atravesar para, sencillamente, sobrevivir en una realidad de escasez y precariedad.
Muestra de ello fue lo sucedido el pasado miércoles 1 de abril a Carmen Yanixia Gilva Rodríguez, una embarazada de ocho meses que tuvo que ver cómo ninguna persona se solidarizó con su condición para que pudiera comprar pollo en un Cupet y alimentarse ella y sus niños pequeños.
Según observó con indignación en Facebook, no es “persona de publicar cosas en contra de mi país, pero pienso que antes de dictar leyes hay que pensar en todas las posibilidades que van en contra de esa ley”.
Carmen Yanixia fundamenta su crítica, justa e histórica contra un gobierno que se publicita como humanista, pero incurre cotidianamente en prácticas dictatoriales y totalitarias, en un penoso episodio que le tocó vivir. De acuerdo con su relato, el referido día, a las 13:20 horas, acudió al Cupet que está en la esquina de Lagueruela y calzada de 10 de octubre a comprar el pollo.
Suena como algo muy normal y cotidiano pese al aislamiento social decretado por La Habana, ya que en la isla las colas para comprar hasta lo más básico son frecuentes. Sin embargo, lo que es algo normal, terminó siendo todo un calvario que demuestra hasta qué punto se deshumaniza una sociedad por culpa de la escasez.
“Le pedí permiso al guardia que está en la entrada para pasar por embarazada… Él me pregunta que si tengo ticket, le digo que no, me dice que tengo que pedir permiso a la cola. Pido permiso a la cola, la muchacha me dice que tengo que pedir permiso al guardia, el guardia me deja pasar, al ingresar en la tienda las compañeras se niegan a despacharme el pollo porque la orientación que ellas tienen es no despacharle a embarazadas ni a mujeres con niños”.
Ante la negativa de las empleadas del establecimiento a venderle el pollo, por una orientación un tanto irracional, la afectada tuvo que explicar si situación. Según escribió en su post en Facebook, concebido con el objetivo de que alguien vinculado al gobierno lo leyese, Carmen Yanixia explicó que vive con su esposo y sus dos niños, pero que en ese momento su esposo no estaba en casa y si esperaba por él para que fuera a comprar el pollo, no iban a alcanzar.
Una vez dicho todo eso, para sencillamente comprar un alimento básico, a la gestante le fue planteado otro “argumento”: “que ya habían repartido los tickets y que era nada más para las personas que tuvieran tickets”.
“Les dije, pero ahora que estoy aquí, por un problema de humanidad por favor ¿me podrían despachar? Me dijeron que no. Entonces yo me molesté y empecé a tirar fotos a la cola, a los guardias y un guardia me detuvo diciéndome que no podía hacer eso, ya un poco más alterada le expliqué lo mismo que a las compañeras de la tienda. Me dijo que fuera a la unidad de Aguilera y me quejara allí o que buscara a la trabajadora social para que ella me buscara el pollo”.
Ante tales indolencias, Carmen Yanixia se pregunta que, si el objetivo es cuidar su salud como embarazada, “¿cómo me vas a mandar a coger una guagua para ir a Aguilera, que son tres paradas de mi casa, a discutir una ley que según ellos viene del alto mando? Todos sabemos que las trabajadoras sociales trabajan en la calle, que no hay una oficina donde yo las pueda encontrar cuando vaya y que ellas no tienen orientado hacer cola para el pollo de ninguna embarazada ni de mujeres con niños”.
“¿No era más fácil despacharme el pollo y que yo fuera para mi casa? ¿Dónde está la humanidad de nuestro pueblo y de las autoridades? Yo vivo cerca del Cupet, por qué no fueron a verificar si yo decía la verdad o no”, se pregunta en su post, para luego concluir certeramente ella misma en que “no había ningún interés en ayudar”.
Y tristemente lleva mucha razón. En Cuba, aunque algunos no quieran ver, las arbitrariedades del régimen tropiezan a diario con situaciones sencillas y de mero humanismo que, según el discurso oficial, es el pilar que guía su actuación.
Sin embargo, lo sucedido a esta gestante de ocho meses, demuestra que todo en la isla queda reducido a la existencia de un régimen torpe y agonizante, que no es capaz ni de organizar bien las rutinas sociales en medio de una contingencia sanitaria.
“Ojalá y esto lo lea alguien que tenga que ver con el gobierno y que pueda hacer algo para ayudar a las embarazadas que están en la misma situación que yo o mujeres solteras que viven solas con sus hijos pequeños. No sé cómo van a lograr que nadie quede desamparado como dice el gobierno si se dan estas inconsistencias en la calle. Yo tuve que recurrir a esta vía para ver si alguien me escucha, porque en el Cupet NADIE me escuchó”, concluyó con dolor la afectada, lanzando certeras críticas y cuestionamientos a un sistema que ojalá se tome el tiempo de responderle y ayudarla.