Toda Cuba espera con expectación los efectos de la unificación monetaria que, si se cumplen los vaticinios de algunos economistas, podría traer una escalada inflacionaria, a pesar de los paliativos anunciados por el régimen.
Pero mientras pasa el tiempo y se acerca el anunciado “Día Cero” —primero de enero de 2021—, los cubanos hacen de las cosas que mejor saben hacer: reírse de sus problemas, el famoso choteo del que hablara el gran ensayista Jorge Mañach.
El choteo toca a todos por igual: Raúl Castro, Díaz-Canel, el “Comandante en Jefe”, ETECSA y el gobierno de Estados Unidos. Hoy llega el turno de la empresa eléctrica, cuya tarifa para los hogares aumentará cuatro veces el próximo año.
La sabiduría popular sabe tocar la médula de los acontecimientos diarios, esos que a veces olvida el político y el intelectual, pero cuyo desenvolvimiento afecta la vida íntima de las personas, sus familias, sus bolsillos, en fin, las pequeñas cosas que hacen pasable el tiempo de los hombres y mujeres.
El reordenamiento monetario, que enterró al CUC, una moneda de circulación interna equivalente al dólar americano, era visto por los cubanos como una especie de solución milagrosa para la economía cotidiana, pero ya se van dando cuenta que no valdrá de mucho.
El propio presidente Miguel Díaz-Canel —designado por Raúl Castro para ese puesto inocuo— reconoció el 10 de diciembre, día en que hizo el anuncio, que la inflación sería “mayor de lo esperado”. El aumento de salarios y pensiones probablemente no servirá de mucho.
Mientras, economistas tan destacados como Pedro Monreal advirtieron que hace falta gran oferta de productos para que la economía cubana absorba todo el papel moneda que pondrá el régimen a circular cuando el salario mínimo suba de 400 a 2100 pesos y crezca el precio de la canasta básica si el Gobierno desea mantener el poder adquisitivo del peso cubano.
Esto, por supuesto, el régimen no está en condiciones de lograrlo ahora. De hecho, la incapacidad del sistema comunista para producir riqueza, incluso lo básico, como alimentos y papel sanitario, es proverbial.
Ya lo decía Winston Churchill: “la virtud del socialismo es la igualitaria repartición de la miseria”. Así ha sido siempre, así será. Allí donde se instalan estos sistemas, mengua la productividad, se arruinan las grandes fortunas, desaparecen los vegetales, los frijoles, las licuadoras y los pueblos languidecen lentamente, sin las bases materiales para su existencia.
El cubano lo sabe, pero ante el dilema de vivir entristecido como pobre o vivir alegre e igualmente pobre, elige lo último, porque el humor nos salva de la desesperanza; como un brevísimo rayo de vitalidad, el humor nos impulsa a seguir viviendo. “Al mal tiempo, buena cara”, como dice el aforismo.