Tras el viejo eslogan reiterado por el gobierno de “hacer más” con menos recursos, los que hipotéticamente abarcan no solo la distribución normada de productos del agro, sino también los recursos fitosanitarios que debían de preservar la mínima calidad de lo que se oferta al pueblo, hemos tenido otra entrega del codiciado tubérculo en la provincia de Villa Clara. En el caso de nuestra zona norte, proviene de la Empresa de Cultivos Varios de Remedios.
Tanto en la Octava Villa Cubana como en Caibarién, se ha recibido sorpresivamente, en medio de la crisis general, una tercera cuota del anual producto, pero en muy deplorable estado para su consumo.
Un sondeo realizado in situ, indicó que cerca del 90 % de los compradores protestaron “alegadamente” frente al vendedor –quien no es responsable extraordinario–, pues casi el 50% de lo adquirido por ellos tuvo que ser desechado en el acto, alarmados también ante la posibilidad de importar nueva enfermedad a sus viviendas.
Con anterioridad, las visitas y los recorridos de Machado Ventura y un grupo de personeros movilizados por el Ministerio de la Agricultura, dejaron muy claras “las potencialidades de los territorios de la zona central del país –Cienfuegos, Villa Clara, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila y Camagüey– y su experiencia productiva en medio de restricciones económicas de todo tipo y variadas contingencias naturales”.
“Hay que hacer más”, aseguró el Segundo Secretario del Comité Central del Partido Comunista al abordar la urgencia de alcanzar resultados concretos en el contexto de “una realidad en la que se juntan los impactos del endurecimiento del bloqueo y la persecución financiera promovidos por la administración de Estados Unidos contra Cuba, la expansión del denominado sars-Cov-2, la lógica escasez o encarecimiento de las materias primas tradicionalmente importadas y la segura depresión de nuestros mercados emisores de turismo cuando podamos recuperar esta actividad”.
Las que no fueron objetos de persecuciones binacionales o siquiera mencionadas por tales expertos polvorientos, fueron las enfermedades bióticas ni las bacterianas que afectan los cultivos que devienen pobres rendimientos, y a la postre, un insulto al destinatario final.
Las ingentes colas para adquirir esta “novedad organizada”, han topado “con la peste insufrible que produce la bacteria Erwinia Carotovora”, según comentó a este redactor una ingeniera agrónoma de larga experiencia laboral en aquella empresa “afectada durante años consecutivos en suelos contaminados, extenuados o tratados inadecuadamente con pesticidas o fungicidas industriales”.
Porque la biotecnología empírica de los laboratorios alternativos nacionales no ha conseguido producir las macrobióticas imprescindibles y suficientes para tratamientos.
Dado el hecho que itinerancias acusantes ni recomendaciones especializadas de buena fe podrán evitar que tal adversidad suceda, "si no existe con qué fumigar campos infestados de la pudrición blanda" que ocasiona, según Jones Holland descubridor de enfermedades afines, "la pérdida de muchas cosechas", y en especial del cultivo de nuestra regulada papa criolla, ello estará garantizado.
“Se presenta el mal –según él– en forma de bacilos pequeños, Gram negativos y flagelos perítricos; normalmente ya en el suelo. La bacteria entra al tejido a través de heridas y de aperturas naturales, en condiciones de alta humedad. También hay emisión del exudado de la pudrición que ocurre en los tubérculos en estado avanzado de la enfermedad; usualmente se encuentran además microorganismos secundarios que ayudan a una descomposición rápida del material y a emitir olores fétidos”.
Todo evitable. O presumible, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), también citada en el justo medio de prensa oficial.
El pueblo, desconocedor habitual de pormenores técnicos porque nadie se los explica, ha apodado a la presente arribazón de 2 libras por persona –¡que ya suman 6 en esta etapa crucial del desabastecimiento intensivo!–, como “La papa del coronavirus”, porque no encuentra a qué más achacarle otra desgracia, bajo la momentánea protección olfativa que le brinda su artesanal nasobuco.