Los viejos combatientes olvidados

Servir al régimen castrista no garantiza una vejez sin privaciones. En Cuba, hasta los antiguos militares son desechados por la dictadura una vez que los usan
 

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Conrado Figueres, cubano de 82 años y coronel retirado de tropas especiales del Ministerio del Interior (Minint), ha tenido que vender su carro para paliar la crisis.

“Era un auto bueno, un Lada que me dio el Comandante Fidel Castro, pero después que enfermó el Jefe, me retiré y con el tiempo se me hizo imposible mantener los gastos de combustible y reparación, y le di camino. Con ese dinero puedo fajarme con la COVID-19”.

Las personas de la tercera edad como Conrado, están más proclives a desarrollar infecciones graves si se contagian con el nuevo coronavirus, aunque en su caso, se mantiene en buena forma y se ejercita. Camina todos los días desde su casa en el reparto Ramirito, hasta la playa el Náutico, ida y vuelta.

“Fui jefe de un grupo operativo en muchas misiones que no voy a relatar, pero te aseguro que muchas victorias salieron de la decisión de este viejo enclenque y ahora sin auto en que moverse, que ves aquí. Me retiré y pasé al olvido, como muchos otros viejos oficiales, que andan por aquí que dan grima”, aseguró.

Por estar enclavado cerca de Jaimanitas –al oeste de La Habana–, el “Punto cero”, residencia oficial de la familia Castro, muchos oficiales de su guardia personal y las escoltas quedaron residiendo allí. Hoy se ve a los veteranos militares en las colas, en las esquinas matando el tiempo y viviendo de sus recuerdos.

Guicho Salcedo, escolta del primer circuito de seguridad de Punto cero durante veinte años, enfermó de los nervios. Asegura que Fidel continúa vivo y habla con él a todas horas.

Lo encuentro hablando solo en una cola y le escucho decir: “¿Vio Comandante, la cara que puso esa señora cuando nos colamos?”

La esposa de Guicho lo confirma: está loco. “Mi esposo ve a Fidel a todas horas”, aseguró reconociendo el trauma.

Guicho estaba de guardia en la posta principal, el día que “el Comandante” murió y eso le causó un shock, según comentan sus vecinos. Después de ese día hizo solo dos guardias más y lo retiraron por baja médica.

“Le dieron baja de inmediato, cuando un día que terminó una guardia, le reveló a los oficiales que el Jefe se le apareció de madrugada en la garita y le dijo: Guicho, cuéntamelo todo”, relata su esposa.

“Ayer llegó insultado de una cola, porque dice que estuvo bajo el sol por tres horas para una libra de papa. Venía discutiendo con el Comandante sobre la miserable cuota, al parecer Fidel intentaba convencerlo que era justo, por la situación que estaba atravesando el país, pero Guicho no cedía, hasta que al fin lo convenció y le ordenó que nos convenciera a nosotros. Le dimos la espalda diciendo ¡Bah! La gente le ha perdido el respeto que antes le tenía, porque ¿quién le va a hacer caso a un loco?”, contó.

Otro ex paracaidista y oficial de una brigada élite, que anda de cola en cola contando los centavos que no le alcanzan, es Mingo. De tanto contar en Jaimanitas la historia de sus saltos, sobre todo la del desierto de Ogaden (Etiopía), el pueblo las conoce de memoria.

“Pero mis saltos son hoy peores”, dice el ex paracaidista, “son de la bodega a la carnicería, al puesto de viandas, a ver si cae algo. Pero casi siempre resultan fallidos, no se encuentra el objetivo y tenemos que montarnos otra vez en el avión y seguir merodeando con el radar desde lo alto, a ver si aparece algo de comer allá abajo”, señaló el viejo combatiente.

 

 

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