Oneida Meriño Palmero, de 53 años, es una de las cientos de mujeres cubanas que son cuidadoras de familiares en la isla. A esta dura realidad, que no se remunera, hay que sumarle las particularidades de un entorno rural.
Residente en la provincia de Las Tunas, Oneida es despalilladora en una cooperativa tabacalera, pero en varias ocasiones ha tenido que pedir meses interruptos (sin salario), para cuidar a su madre, una anciana con graves problemas de salud.
"¿Por qué no me pagan una licencia con sueldo? Yo tengo mi viejita que es como un niño. Ella no hace nada. Y los funcionarios me indicaron que la licencia mía debía ser sin sueldo", explicó a ADN Cuba.
La mujer también dice que se ha dirigido a instituciones como Seguridad Social, para buscar alternativas a su desamparo, y tampoco recibe respuestas.
La anciana, a la que tiene que auxiliar en todas sus necesidades, tiene un epoc pulmonar y daños en el corazón. En ocasiones se desmaya y el traslado a centros de salud no es fácil.
Esta señora recibe una pensión que no llega a los 200 pesos cubanos (menos de 8 dólares), que no cubre la mayoría de sus gastos.
"Me pide leche y a veces la tengo que pagar a 10 pesos el litro. A veces no hay. El sueldo se va en leche", lamenta Meriño Palmero.
La búsqueda de medicamentos para sus afecciones también es otra odisea. Cuba está hace más de un año en una profunda crisis donde estos productos escasean.
"Tiene problemas del corazón y se le inflaman las piernas. No hay donde buscar medicamentos para el dolor a veces. Se han tenido que comprar por fuera porque no hay en las farmacias".
Al final de la entrevista lanza una sentencia desoladora. "Aquí él se muere no se sabe si es por enfermedad o por el hambre, porque mucha gente no tiene dinero para comer; estoy hablando de mí misma. Me las veo gris".