Cuando leí sobre las nuevas prohibiciones en la apertura del trabajo por cuenta propia y vi la censura a la actividad del periodismo, lo creí como un hecho lejano, y ajeno, algo que nunca pudiera ocurrirme. El anuncio se estrenó conmigo, cuando llegaron a mi casa este 12 de febrero y realizaron un registro.
Dos testigos fisgones de la cuadra, que al fin veían por dentro la casa de los opositores, y seguramente estaban confundidos ante tanta pobreza, donde ellos creían encontrar lujos de “mercenarios”, dieron vueltas sin ton ni son por la casa, tropezando entre ellos y asintiendo a todo lo que decían los oficiales de la Seguridad del Estado.
Ocuparon una laptop y dos y teléfonos celulares. Tres ejemplares de la novela de mi esposo Francisco Correa, Larga es la noche, premio Novelas de gavetas Franz Kafka 2012, y varios impresos de José Martí, que en un repaso de los hechos ahora veo como el objetivo principal del registro, según palabras del tal Jorge que dirigía el operativo, cuando señal: “Míralos aquí”.
Los impresos de Martí eran una actividad del grupo Compromiso Democrático, de la que nos honra ser firmantes, y el objetivo final era distribuirlos en la población, una acción que realizamos a la luz del día todos los meses, con el apoyo de los ciudadanos en la calle. En los volantes, palabras del Apóstol advierten del peligro del socialismo.
Estoy segura que era el objetivo del allanamiento porque las otras actividades represivas, como la coacción, la amenaza y el decomiso de los bienes de trabajo, las concibieron de manera mecánica, inexpresiva; en cambio la ocupación de los que llamaron reiteradamente con el nombre de volantas, donde Martí les advertía incluso a ellos mismos los peligros de la tiranía, lo ejecutaron con una sincronización milimétrica.
Estaban las niñas en el jardín, asustadas por tanta gente en la casa. Uno de lso agentes que se quedó afuera les hacía gracias, pero sus rostros pétreos denotaban el dolor del momento, cuando vieron cómo se llevaban las novelas de su papá y las fotos de Martí.
Me asquea enormemente contar lo sucedido. Aunque nos queda un consuelo, grande: no perdimos ninguna información de valor. No fueron en balde los cursos en Suecia con Civil Rigth Defenders y en Madrid con Diario de Cuba, sobre ciber seguridad y cómo los activistas de Derechos Humanos deben hacer copia de toda la información sensible, precisamente para salvarnos en estos embates de las dictaduras.
Además, estábamos sobre aviso. El día anterior dos oficiales de la Seguridad del Estado visitaron el CDR y alguien del solar filtró la información sobre el motivo de la visita: necesitaban dos testigos. Gente que aprecia nuestro trabajo nos alertó, me timbraron en el momento preciso, así salvé mi tarjeta SMS y en el Tablet de mi hija habíamos guardado toda la información vital: las novelas de mi esposo, nuestras crónicas periodísticas durante quince años en diferentes medios de prensa, mi trabajo como bibliotecaria independiente y todas las acciones y actividades con niños, discapacitados y personas sin amparo, desarrolladas por una década en la comunidad, que encerraban tanta historia y que no se puede perder, pero sobre todo las fotos de familia, ese tesoro de incalculable valor.
En su primera escalada contra el periodismo independiente, ocurrida en Jaimanitas contra dos reporteros de ADN Cuba, la victoria fue de la razón, porque seguimos adelante con el mismo ímpetu de siempre. Y esta crónica es la evidencia mayor.