Urgellés: ¡el mejor caricaturista inédito vivo!

Jorge Urgellés, “el mejor caricaturista inédito vivo” según él mismo, vivió en Guantánamo hasta 1993 cuando llegó el Periodo Especial y junto a miles de orientales emigró a la capital en busca de un futuro mejor
Jorge Urgellés, caricaturista guantanamero. /Foto: Cortersía del autor
 

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Jorge Urgellés, “el mejor caricaturista inédito vivo” según él mismo, vivió en Guantánamo hasta 1993 cuando llegó el Periodo Especial y junto a miles de orientales emigró a la capital en busca de un futuro mejor.

En Guantánamo hay consenso que es el mejor en el género de la provincia. Su premio en el concurso Regino E. Boti del 91 lo catapultó y obligó al ejecutivo de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), a otorgarle el carné de la institución, que lo investía con el título de “artista”.

Su única exposición vio la luz ese año, en la sala de la UNEAC provincial, titulada “Me urge, lles”, un juego de palabras que además de fragmentar su apellido, era un grito de urgencia y ese año, “del miedo profundo” entre los artistas, un título así era osadía.

Esa noche la intelectualidad guantanamera, junto a los funcionarios de la cultura, desfiló antes sus cartones, llenos de trazos y puntos perfectos en su estilo, que conformaban un grito colectivo. La caricatura que más molestó fue la de un mendigo sentado en el piso, y entre las piernas un plato vacío. Un rico pasa por delante y de limosna le tira una cuchara

En los semanales DDT y Palante, (donde publicaban los mejores caricaturistas del país), Urgellés tuvo un sitio hasta la llegada de la Perestroika a Moscú, y sus aires que batía su rostro en el Malecón, de madrugada, mientras se  preguntaba qué sería de su vida y su país.

 

 

La dirección de Cultura acababa de sacarlo de nómina, determinaron que sus creaciones eran demasiados incisivas. Luego de una horrenda vida bohemia, en alquileres nauseabundos de edificios ruinosos, conoció a “Caridad La Gorda” con un cuarto en el solar de la calle Virtudes, donde Urgellés echó el ancla.

Un día vio a caricaturistas buscándose la vida con los turistas en el casco histórico y dijo ¡Sí! Compró cartulinas y plumones, y comenzó a hacer arte con rostros y calvicies.

Fue el caricaturista más incansable detrás de los extranjeros. A veces le pagaban bien la obra, pero otras veces el extranjero se ofendía ante la pronunciación estúpida de su nariz, o una frente exenta de parámetros, entonces el artista botaba el cartón y se lanzaba hacia el próximo objetivo.

Lo mejor de la caricatura cubana se perdió por esos días, cuando turistas que no saben apreciar el arte prefirieron llevarse a casa de suvenir otra cosa. Cuando lo encontré en el casco histórico, fue siguiendo el rastro de sus cartones por la calle.

Los primeros cinco dólares del día son para la botella, que me inspira. Soy una reencarnación de Goya en estado de desquicie y repito lo que decía: embimba´o se trabaja mejor”.

Caridad La Gorda asegura que Urgellés, cuando está sobrio, es la mejor persona del mundo, pero borracho es un diablo.

No para un segundo. Solo piensa en trabajar y que no lo molesten. Después de la primera cajita de ron ‘planchao’ se me pierde y no llega hasta la noche. Dice que estaba pintando… a esa hora, no sé qué”.

Urgellés afirma que pintar es un interés personal: “Me da para vivir y para pintar, qué más puedo pedir”.

Mantiene el hogar, por eso Caridad no se queja cuando en el verano Urgellés hace trescientos o cuatrocientos CUC, y sin decirle palabra, recoge el maletín y se embarca a Guantánamo.

 

 

El único lugar del mundo donde se me reconoce como el mejor”, se da un largo y continúa con su vozarrón: “Recuerdo cuando gané el Nasreddin Hodja, en Turquía, y no pude viajar a buscar el premio. ¡Sufrí!”— se da otro trago largo— “cuando al fin pude cobrar el dinero, el Ministerio de Cultura le había dado una mordida y el cambio de CADECA le dio otra, ¡mi pobre premio Narredin Hoja!”, y empina la botella con desenfreno hasta el fondo.

Sus amigos son “Cosa Gorda”, un famoso garrotero de Guantánamo, “Pescuezo”, antiguo cinta negra y campeón de judo, ahora vuelto filósofo, y  “Kafka”, un individuo tenebroso que con cada trago suelta un aullido.

La bulla en el parque es la nota informativa de que Urgellés está en Guantánamo. Los funcionarios de Cultura— entre ellos algunos artistas—, pasan por el parque apresurados, contemplando el espectáculo. Algunos lamentan: “¡cuánto talento perdido en el alcohol!”, y otros: “¡qué bajo puede caer un artista!”.

Urgellés no los percibe. Es feliz y grita: “¡Soy el mejor caricaturista inédito vivo”.

Lo último que supe de Urgellés fue de boca de un caricaturista, flaco y con cara de envidia, que confesó sentir mucha tirria por el “gordo guantanamero”.

Porque pertenece a la UNEAC y porque fue el único que pudo hacerle una caricatura a García Márquez. Ahora está trabajando en un bar, del Vedado. El dueño lo descubrió aquí, en la Plaza de Armas, y se lo llevó en contrato exclusivo para su bar, donde solo van extranjeros.

Dicen que hay días que  hace hasta 70 CUC. Una vez lo llamé, para que me diera la luz, pero me dijo que estaba en una sociedad de Alcohólicos Anónimos; pensé que había dejado de beber, pero no, me dijo que ahora solo bebía con desconocidos…”.

 

 

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