Las declaraciones del científico cubano Eduardo López-Collazo a medios independientes señalan posibles fallos en las pruebas de los candidatos vacunales cubanos, pero no todos los científicos están de acuerdo con ellas.
López-Collazo, de origen cubano, dirige el Instituto de Investigación del Hospital La Paz (IdiPaz), en Madrid, y en entrevista con 14ymedio, declaró que las pruebas realizadas a los candidatos vacunales Soberana 02 y Abdala en realidad no están en fase 3.
“No es una fase 3 lo que están haciendo: es lo que llamamos fase 4 o masiva. Las diferentes fases de un ensayo clínico de cualquier medicamento tienen que cumplir varios requisitos (…). En la fase 2 se busca la dosis adecuada y en la fase 3 se apuesta por esa dosis y se aplica en una población bastante más representativa, pero siempre con doble ciego y grupos de control”.
“Lo que se está haciendo en Cuba es aplicar masivamente el medicamento, como en una fase 4. Han pasado de una fase 2 a una fase 4. Se han saltado la fase 3 y están llamando fase 3 a una vacunación masiva, y es algo que me preocupa”, agregó.
Sin embargo, en un reciente artículo de la prensa oficial Luis Carlos Silva Aycaguer, profesor titular de la Escuela Nacional de Salud Pública de Cuba y profesor Colaborador Asociado de la Escuela Nacional de Sanidad de España, asegura que López-Collazo comete varios errores metodológicos en su análisis.
“Los candidatos no se están aplicando en Cuba ni en una población ni en una población representativa, sino que se emplean en dos muestras: una vacunada con el candidato y otra con el placebo. Y, en tales casos, lo que importa no es la representatividad, sino la comparabilidad que estaría garantizada por la asignación aleatoria”, sostiene el científico.
Sobre la hipótesis de que en realidad las vacunas estén en fase 4, Aycaguer sostiene:
“En la Fase 3, con los dos candidatos (Soberana 02 y Abdala), participarán 92 000 personas, lo cual representa el 0,008 por ciento de la población cubana, menos del uno por ciento. Por tanto, no puede considerarse una aplicación masiva; es simplemente un ensayo clínico de grandes proporciones en el que solo la mitad recibe la vacuna. Quizá no es tan grande como la de la Sputnik V, que tuvo decenas de miles de voluntarios”.
Más adelante, López-Collazo aseguró también que, a pesar de sus reservas, los candidatos vacunales podrían tener éxito. Pero si no lo tuvieran, Cuba no tendría un plan B; al respecto, mencionó que la isla rechazó formar parte del plan Covax, que aseguraría recepción de otras vacunas desde EE. UU.
Sobre Covax, su contraparte, Aycaguer, aseguró: “De momento, Covax ha incumplido aparatosamente los planes. De cien millones de dosis para fines del 2020 solo han llegado a 38. Trump lo boicoteó, Rusia no lo apoyó. Covax opera en un marco de opacidad tremendo. A finales de febrero, el 80% de las vacunas estaban en los países ricos y prácticamente era marginal el empleo de estas procedentes de Covax en los países no desarrollados. Incluso, con buena suerte, hay naciones que han de esperar hasta 2024 para tener vacunas por esa vía”.
“Pero, además hay que acotar que Covax vende, no dona. O dona a países extremadamente pobres. Y esta es la que más se ha intentado vender. A Cuba se la hubiera vendido”.
Sobre la falta de un “plan B”, el científico con residencia en la isla aseguró: “Cuba siempre tiene un plan B, un plan C, tiene un abecedario, para desesperación de los que a lo largo de decenios vaticinan su derrumbe inminente cada vez que surge una dificultad”. Sin embargo, no dijo en qué consistía ese abecedario.
Con todo, el crítico cubano-español reconoce que “la estrategia que han seguido” los investigadores de la isla, “es muy buena: tratar de buscar una proteína, que es la que se une a la célula que va a infectar, tratar de bloquearla y, para hacerla más inmunogénica, asociarla a una toxina de tétanos, que el sistema inmunológico va a detectar muy bien, para despertar las defensas en caso de encontrarse con el virus”.
Otras opiniones de científicos ofrecen otros panoramas
En efecto, la politización de las vacunas, mencionada por los dos investigadores anteriores, y que ya afectó a todos los candidatos vacunales —chinos, estadounidenses y rusos—, también llega a Cuba y pone en la discusión muchos aspectos sobre la manera en que la comunidad cubana se percibe a sí misma.
Para el biólogo Amílcar Pérez Riverol, “no será la propaganda lo que los haga funcionar. No será la propaganda —ni la buena, ni la mala— lo que los haga fracasar”.
En un post publicado en redes sociales, el científico, también cubano, que lleva más de un año informando sobre la realidad de la pandemia, agregó que los dos candidatos —Soberana y Abdala— “están basados en un diseño racional”.
“La plataforma de diseño empleada —proteínas de subunidad— es una plataforma tradicional y muy segura. La biotecnología cubana tiene más de tres décadas de experiencia en el diseño y producción de vacunas de este tipo (subunidad). Varias de esas vacunas tienen un recorrido de años en el programa nacional de inmunización del país”.
“La tecnología utilizada en Soberana 02 –vacuna conjugada– tiene antecedentes en Cuba con vacunas como QuimiHib, que lleva años siendo aplicada y que tiene varias publicaciones que la avalan, incluso en Science”.
“Abdala tampoco salió de la nada. La vacuna terapéutica para hepatitis B que se ha usado en Cuba durante décadas salió de allí. De ese centro, de esa tecnología”.
Al respecto, Riverol considera que las vacunas sí están en fase 3 —como sostiene Aycaguer—, pero también hace notar que los estudios deberían ser publicados en revistas arbitradas de prestigio, “como han hecho otros fabricantes” —como dijo López-Collazo.
“Falta que no se produzcan problemas de reacciones adversas durante la extensión (Fase 3) o vacunación masiva (Fase 4). Aunque no son esperables por la seguridad de la tecnología usada”, concluye el biólogo cubano.