A finales del 2018, suponíamos que repararían La Habana para celebrar sus 500 años. Así, en junio, de un día para otro y sin previo aviso, el hotel más céntrico de la capital, el Habana Libre, amaneció con una lona que se haría viral en las redes sociales.
Producto de la desinformación, los usuarios de Twitter comenzaron a especular que el mural que viste la fachada de este hotel, Las frutas cubanas, de la artista Amelia Peláez, estaba siendo retirado a “mandarriazos”. Fotos de los escombros encontrados en las calles aledañas circularon en las redes.
En seguida el periodista Alejandro Rojas Espinosa, jefe de redacción de Radio Rebelde, explicó que se trataba de una fakenews y escribió: “Lo cierto es que fui al hotel y de acuerdo con su departamento de Atención al cliente el mural de Amelia Peláez como parte de las labores de restauración también debe ser intervenido... para su retirada, se utilizan técnicas propias de estas labores y no “mandarriazos”, para ello laboran personas calificadas”.
Por esos días en Cubacomenta se pudo apreciar la otra cara del mural de Amelia. Según este medio, el restaurador José Luis Suárez, quien trabajara para la empresa privada VitroRent, dijo que “hace cerca de 8 años, los directivos del Habana Libre los llamaron para encomendarles la reparación del mural, pero el precio impuesto por los cuentapropistas, medio millón de CUC, los hizo prescindir de los servicios”.
Muchos no somos conscientes, pero restaurar una obra de 69 metros de largo por 10 de alto, compuesta por 6 millones 700 mil pequeñas piedras de pasta de vidrio o teselas, que data de 1957 y que además constituye el mural vanguardista más representativo de la identidad cubana, es una tarea titánica.
Y esta no es la primera vez que se remoza. A tan solo 14 meses de ser inaugurado el Hotel, hubo que retirar el mural porque el material adhesivo no tenía la fuerza suficiente para sostener el peso de las piezas, lo que provocó desprendimientos accidentales. En el portal Habana Eterna se cuenta que el viernes santo de 1960 “un pedazo del mural de Amelia (...) cayó sobre el área de la piscina e hirió de muerte a dos personas que tomaban el sol en los alrededores de la alberca”. Las víctimas fueron Zita Coalla, famosa bailarina de Tropicana y su prometido.
En 1997 hubo otra restauración a cargo del Centro de Diseño Ambiental en cooperación con México. A 22 años de la última reparación no ha de ser fácil reconstruir la réplica de esta obra, que fuera hecha en Murano, Italia, por el italiano Luis Shodeller, encargado también del montaje, que costó 300 mil dólares.
Independientemente de la complejidad del asunto, hubo dos errores: falta de comunicación e información entre los medios y el pueblo, y otra imperdonable: el descuido en el proceso de restauración de obras de altos valores patrimoniales. No es la primera vez que sucede este año: ¿recuerdan la intervención de los mosaicos de La Rampa y cómo lucen actualmente? Da pena pasar y ver los pedazos de concreto que cubren los huecos de la afamada acera.
Esperemos que de lejos no se vean las imperfecciones que puedan existir de la actual restauración (las lonas que sustituyen el mosaico de lejos no lucen tan mal) y que Las frutas cubanas sigan siendo esa conexión de identidad entre esta tierra nuestra y el cielo que la cubre.