La conocida actriz cubana Laura de la Uz, protagonista de filmes nacionales como “Hello, Hemingway” o “Madagascar” narró en Instagram sus sentimientos encontrados para salir de Sevilla y regresar a La Habana este fin de semana.
La artista, casada con el fotógrafo andaluz, Héctor Garrido, se encontraba en Sevilla donde le acompañó a la exposición “Cuba Iluminada” donde él fue protagonista a finales de noviembre de 2020.
Además de acompañar a su esposo en la exposición del Antiquarium, donde se retrataban a más de 250 figuras del arte y la cultura de la isla, Laura de la Uz, también aprovechó para dar conferencias sobre lo que era ser una actriz iberoamericana e incluso participó de las funciones de Electra de Benito Pérez Galdós en el Teatro Español.
Pero con su negocio del espacio generador de arte, donde Garrido también tiene una galería y hostal, el “Artehotel Calle 2”, en La Habana, la cubana ha regresado a la isla, donde también reside permanentemente su esposo desde 2016.
Con el regreso, según contó ella misma, han vuelto un montón de sentimientos encontrados y la confirmación de que la isla anda muy mal, pero pese a todo sigue re-inventándose cada día, como un milagro.
“Vengo de regreso en el avión con una perreta interna. La niña que me habita ha estado tirada en el piso de la casa, perretúa perretúa. Se arrastra por la casa sacando las maletas, se aguanta del marco de la puerta para que no se la lleven, se tira en el piso del aeropuerto de Sevilla y da gritos de “no quiero, no quiero. Aterriza el avión en Madrid y aumenta la perreta al saber que pese a la nevada y el retraso de los vuelos, nos dará tiempo y alcanzaremos el avión hacia La Habana”, empieza relatando la actriz en Instagram.
“A pesar de que la niña que me habita se resiste y todo a correr por el aeropuerto, llega a la puerta de embarque a tiempo. No le queda esperanzas a la niña que me habita, ni siquiera podrá́ retrasar el viaje al menos por un día. Finalmente se monta en el segundo avión fajá con todo el mundo. Llora llora y cuando no llora, se pone música que la haga llorar más. Llega a La Habana, cara de tranca fajá, más fajá que nunca, el aeropuerto de La Habana la desespera”, sigue contando.
“Finalmente llega a su casa y aunque está bajo perreta, se encuentra que hay tantas cosas esperándola. La casa vacía, pidiendo amor a gritos, el amigo que le dice: “Qué rico, te tengo cerca y me trae un cake para celebrar el Día del teatro cubano, un cake malísimo que nos comemos con cariño porque lo que importa no es el sabor ni la calidad del dulce, si no la calidad del amor. Hay escasez de comida, mucha escasez, pero descubro gente linda y emprendedora haciendo maravillas de la nada”, añade.
Finalmente la cubana dice que a pesar de los pesares, que son muchos, celebra “el ingenio y el arte del cubano y de los no cubanos que han venido a aplatanarse en esta isla y aportan y sufren como nosotros. Celebro el emprendimiento cubano, que en medio de todo esto es una luz, una esperanza, un orgullo grande y bueno por mi gente y la niña que me habita se tranquiliza, se calla, respira finalmente en el mar”.