Pluma Libre publica en Miami novela de Frank Correa “Larga es la noche”

La joven editorial Pluma Libre, radicada en Miami, acaba de publicar la novela Larga es la noche, del escritor y periodista independiente cubano Francisco “Frank” Correa
Francisco Correa firma libros. Foto: Augusto César San Martín (Tomada de Cubanet)
 

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La joven editorial Pluma Libre, radicada en Miami, acaba de publicar la novela Larga es la noche, del escritor y periodista independiente cubano Francisco “Frank” Correa.

Pluma Libre se interesa en libros contestarios, imposibles de publicar en las editoriales cubanas oficiales. A pesar de la calidad de los textos de Correa y los entornos que cuentan, sus libros han sido rechazados durante 30 años. Una muy larga censura.

No importó que fuera miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) ni que ganara concursos. Después del libro de cuentos La elección, publicado en 1991 por la colección La Fama, de la Fundación Boti, las autoridades literarias cubanas lo silenciaron y tuvo que valerse del periodismo para sobrevivir.

“Jamás pensé llegar a hacer periodismo”, dice Frank Correa, colaborador de ADN Cuba. “Tania Díaz Castro, que era una poeta marginada de la Uneac y periodista independiente me abrió la puerta de Cubanet, aunque nunca renuncié a la literatura. El periodismo me permitió dar de comer a mi familia, escribir varios libros y hacer de cada crónica y reportaje un relato”, explica.

Larga es la noche resultó Premio Novelas de Gaveta Franz Kafka (2012). Hubo una pequeña tirada de 500 ejemplares que se distribuyeron gratis entre las bibliotecas independientes y grupos de la sociedad civil por toda la isla. Ahora Pluma Libre la abre al gran público, que ya puede comprarla en Amazon, o a través de la propia editorial.

“Un viaje en tren, la guardia en un policlínico y la encrucijada mágica de un sueño con alquimia”, reza la contraportada, “son los escenarios donde se posiciona esta novela que emula con una noche infinita. Su protagonista, sin nombre pero con muchas voces que lo rondan, nos devela el surrealismo inobjetable de una isla, conformada por la suma de todas las pasiones y utopías. La elipse que describe desde su página primera hasta la última, es el recorrido mítico de una generación profetizada como la del hombre nuevo, en un siglo XXI de crisis y conflictos, donde el compromiso con la posteridad le exige de manera ineludible a sus escritores, escribir con la mayor objetividad posible”.

El prólogo de la novela es Luis Cino, también escritor y periodista independiente, quien, con vívidas apreciaciones sobre la obra y el autor, abre las puertas a la lectura de historias de la Cuba profunda, que tanto se necesita contar.

“Frank Correa, Guantánamo 1963”, escribe Cino, “es uno de los mejores escritores cubanos de su generación. Pero en vez de ser reconocido como tal, es excluido y censurado por la cultura oficial, debido a su posición política contraria el régimen”.

Continúa el prologuista: “Su suerte pudo ser distinta. Pudo simular y plegarse a los dictados del régimen, o simplemente callar y acatar, como han hecho muchos de sus colegas, pero Frank es un tipo sincero, sin pelos en la lengua, y que no se limita a decir lo que piensa”.

Cino recordó que el futuro de Correa “parecía prometedor”. Señala que “en 1991 ganó los concursos nacionales Regino E. Boti, Tomas Savigñon y Ernest Hemingway y le publicaron un libro, pero rompió con el régimen y se hizo periodista independiente. A partir de entonces se convirtió en un objetivo para la Seguridad del Estado y no le volvieron a publicar en Cuba”.

Conversamos con Frank Correa y, aunque no le gusta hablar de literatura, accede a contestar preguntas sobre el arte de escribir.

– ¿Cómo te hiciste escritor y periodista?

Me gradué de una carrera técnica y era cuadro de dirección de un grupo de empresas de comercio, pero renuncié a todo eso por escribir. Después de publicar el libro La elección, en 1991, vino un largo período infeliz de mucha hambre, de incertidumbre, “período especial” incluido, que me obligó a escribir vorazmente, a contar todo aquello mientras pasaba, a mano, una montaña de hojas que conseguí conservar de puro milagro, hasta que un día pude tener una computadora y ponerlo todo en digital.

Era miembro de la Uneac solo de número. Un día, a través de un amigo Tania Díaz Castro, se enteró de que en Jaimanitas un escritor se moría de hambre y me mandó a buscar. Me enseñó el ABC del periodismo, luego le añadí lo demás, con un poco de lo aprendido con Martí y con Hemingway.

De niño había leído mucho. A los diez años terminé a Julio Verne y cuanto libro caía a mis manos. Recuerdo que dando vueltas por la casa había una vieja novela de Theodore Dreiser, titulada Una tragedia americana, y un libro de cuentos de O. Henry. Los leí por lo menos cien veces. Luego llegaron otros libros, muchos, hasta que comencé a escribir los míos. No queda mucho tiempo hoy para leer, pero siempre vuelvo a Kerouac, a Wolfe, a Mark Twain, a Bukowski, a Machado –porque también hago poesía–, y claro está, a Hemingway”.

– ¿Cómo ves la literatura cubana aupada por el oficialismo?

La veo en pandemia. Pero una pandemia que viene desde mucho antes que llegara este virus chino. La pandemia del miedo. De no buscarse problemas. De diluirse en el experimentalismo y en la “metra tranca” para no darle el pecho al problema. Unos escritores que han visto pasar ante sus ojos la tragedia nacional sin mover un dedo. Eso veo.

Hace mucho tiempo dejé de leerlos. Los conozco y me decepcionan porque en la vida son tan diferentes a los personajes de sus textos. Siempre bordeando el perímetro del peligro, nunca adentrados en él. Preocupados por el cómo, no por el qué.

– Y el futuro de la literatura cubana, ¿cómo la ves?

La pandemia produjo aislamiento. Entonces la educación literaria ha quedado enmarcado a nivel personal, a la familia, a las lecturas que podamos inculcarle a nuestros hijos y la buena dirección del pensamiento. Se acabaron los talleres literarios, las tertulias, los eventos. Ahora todos están obligados a ser escritores de verdad, en la soledad de sus miedos. La literatura es un don y un hábito, y si me preguntas sobre el futuro de la literatura cubana, el asilamiento me remarca a mi familia, a mi hija de nueve años Tania Bárbara, que tiene escritos que defiende como un adulto y se enfurece si quiero hacerle alguna corrección, o sugerencia.

Es una niña que desde un año de edad permaneció por horas sobre las piernas de su padre, viéndolo trabajar con denuedo. Mirando con paciencia cómo escribía las crónicas y las novelas. Primero era por la curiosidad del movimiento del cursor, y luego las letras que aparecían solas y después con lo aprendido en la escuela, dándole sentido a las palabras. Eso es lo que veo como futuro y ojalá haya muchas Tania Bárbara en estos momentos preparándose desde ahora, para contar en el futuro el fin de esta larga noche.

 

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