Abraham Jiménez Enoa es del tipo de personas que un periodista quiere entrevistar por su amplio dominio del idioma y la interesante historia de vida que encierra. Pese a que no teme a la crítica ni a las verdades, su condición de periodista hace de la conversación un reto, pues elige con exactitud lo que quiere decir y el momento para hacerlo.
Su amor por la profesión nació desde la niñez, cuando soñaba narrar competencias de béisbol y fútbol en las Olimpiadas y salir en el noticiero deportivo de la televisión cubana, por lo cual no dudó en ingresar en la Facultad de Comunicación de La Habana para cursar la carrera.
Cuenta que en la época de estudiante no tenía asumido el rol del periodista en la sociedad, pues pasaba la mayor parte del tiempo disfrutando con sus amigos. Tampoco le interesaba dónde lo ubicarían al graduarse, pues, aunque parezca extraño por las cosas que escribe hoy, era cadete insertado del Ministerio del Interior (MININT) y estaba condicionado a pasar el servicio social donde ese organismo determinara.
A Jiménez Enoa lo colocaron en el departamento de Comunicación de los Estudios Fílmicos del MININT. Su trabajo era básicamente verificar lo que se publicaba de esa entidad en los periódicos, y luego recortarlo para engavetarlos en un registro. “Obviamente me fundí en ese tiempo, dado que no estaba aprovechando para nada lo poco que aprendí en las aulas de la universidad y tenía muchas ansias de hacer periodismo”, cuenta a ADN CUBA.
Refiere que por azar se topó con Carlos Manuel Álvarez (periodista y amigo personal) en un concierto, y allí les presentaron a una editora de la revista OnCuba, quien les propuso escribir para ese medio. Ahí estuvo escribiendo sobre deportes cerca de tres años, pero sintió junto a otros amigos la necesidad de dar un salto profesional y crear su propia publicación, dado que no consideraba una opción la prensa estatal.
Y fue así como nació la revista El Estornudo, cuyo principal objetivo era hacer ese periodismo que indaga, critica y relata testimonios e historias de vida con un estilo más hacia lo narrativo y literario.
Los textos salidos de su pluma retratan la realidad cubana y por transitividad critican al gobierno, hecho que contrasta con la ideología profesada en su hogar: “Mi familia es apegada al ‘proceso revolucionario cubano’ e incluso, varios son militares, pertenecen al Partido Comunista u otras organizaciones, producto de 60 años de bombardeo propagandístico”.
Quizás por ello no faltaron los momentos amargos cuando conocieron el tipo de periodismo que él estaba haciendo y más aún, al desatarse las presiones del gobierno. A su hermana, que trabajaba en el MININT, la animaron a romper relaciones con él. Y a su padre también lo presionaron, al punto que hoy existe entre ellos una distancia provocada por discrepancias ideológicas.
A diferencia de otras naciones, en Cuba no existen asesinatos de periodistas, pero sí la persecución, el hostigamiento y hasta la encarcelación de quienes difieren continuamente de la agenda política de los medios oficiales.
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Abraham conocía historias de colegas a quienes los habían retenido por días y hasta decomisado su laptop, teléfono y grabadora. Pero una vez vivido el momento en carne propia, no quiere volver a pasar por eso.
“La luz se fue y tenía mi laptop descargada, por lo que fui a casa a de mi madre para conectarla a la corriente y escribir una crónica para El Estornudo. En el camino sonó mi teléfono. Era un número privado. Al descolgar, un agente de la Seguridad del Estado me dijo que necesita hablar conmigo. Se aparecieron entonces en una Lada blanco en casa de mi madre y me señalaron que los debía acompañar hasta 100 y Aldabó para una investigación, sin explicar el por qué”, recuerda.
El proceso fue el tradicional: le retuvieron su laptop y teléfono para el peritaje informático y técnico correspondiente, y le interrogaron hasta la saciedad en un cuarto pequeño y frío.
“Por espacio de 11 horas, el mayor del MINIT Roberto Carlos me presionó, leyó mis escritos, amenazó con privarme de la libertad y tomar represalias con mi familia y amigos, y hasta con mi novia de ese momento. También me dejó saber que conocen mi vida entera y la de mi familia, todas mis interioridades.
Me sentí endeble, vulnerable. Ese día entendí que no era un fantasma, que existía todo lo que había leído y escuchado de colegas, por lo que de alguna manera cambió un chip en mi cabeza. Dejé de estar menos apacible en esta ciudad”, comenta.
Para Abraham irse a otro país no es una opción por ahora.
“Estoy regulado migratoriamente hasta el 2 de junio del 2021. Supuestamente, el motivo oficial que ellos esgrimen es que yo tuve acceso a información clasificadaen el departamento del MININT donde laboraba, lo cual es falso porque durante todo mi trabajo allí siempre manejé información pública.
“Sucede que el gobierno cubano impide a los periodistas que trabajan en los medios estatales colaborar con sitios alternativos e independientes. En ese entonces yo estaba vinculado con OnCuba y El Estornudo, lo que generó disputas a lo interno en mi centro laboral y regaños a mis jefes por no saber en lo que yo andaba, lo que deparó finalmente en un ajuste de cuentas de ellos hacia mí”.
Para viajar fuera de Cuba, Abraham tiene que presentarle una solicitud de permiso al Ministerio del Interior con 45 días de antelación, con detalles de los motivos de su salida, y luego ellos tienen 20 días para responderle.
“Obviamente eso lo he hecho ya cerca de 20 veces y jamás ha procedido. Gente conocida que ha estado en la misma situación me ha dicho que es en vano, pero bueno, no pierdo nada con hacerlo”.
Actualmente, Abraham colabora con varias publicaciones, entre las que se destacan Gatopardo, The Clinic y El Estornudo, revista de la cual es fundador. Y bien convencido, dice que no piensa publicar en medios oficiales porque es bastante risible lo que se hace en la prensa cubana actual.
“Ni siquiera yo le llamaría periodismo porque es una total falta de respeto a la profesión. El periodismo va de contar una realidad, un país, y ellos están contando otro. De ahí la importancia y la preponderancia que se están ganando los nuevos medios independientes.
“Tenemos una gran responsabilidad los que estamos contando Cuba hoy, pues a nivel histórico estamos asistiendo a momento de quiebre, a un parteaguas. Yo veo a Cuba ahora mismo como un barco a la deriva que no se sabe si va a encallar en la costa o se va a quedar en altamar, por lo que los periodistas tenemos el deber con los ciudadanos de mostrarles a dónde va ese barco.
“El mayor Roberto Carlos me decía que yo no podré tumbar una pared a piñazos. Obvio, tampoco quiero.Yo no quiero ni tengo intención de tumbar al gobierno, mi misión es simplemente pintarle el rostro”.