Hay un chiste famoso de Ronald Reagan que dice más o menos así: “si el comunismo llegara a un país árabe, al mes estaría importando arena”. Y los cubanos sabemos del asunto, porque tras 60 años de comunismo nos hemos vuelto compradores de azúcar y, recientemente, de café, dos leyendas de la economía cubana.
Cuba produce una cantidad ínfima de este grano, entre 8 mil y 9 mil toneladas al año, una cifra ridícula en comparación con las 61 mil toneladas de 1961, cuando se impuso el récord productivo vigente, según reveló un medio oficial de Santiago de Cuba.
“No estamos tan bien si nos comparamos con aquel record histórico de 1961 cuando llegaron a acopiarse 60 mil 330 toneladas de café oro. Pero si cotejamos el panorama del 2002 al 2011, cuando la producción promedio continuó contrayéndose hasta quedarse sólo en 8 mil toneladas, entonces no andamos tan mal. Pretendemos cerrar el año 2019 con el plan cumplido de 9 mil toneladas de café oro y para el 2020 ya están planificadas 10 mil”, agregó Radio Mambí.
Con 9 mil toneladas no se satisface la demanda interna, que ronda las 24 mil toneladas al año. De hecho, Cuba importa de Vietnam 8 mil toneladas más anualmente para acercarse a ese número.
Viene al caso recordar lo tragicómico de esta situación, pues el país asiático no producía ni un kilo de café hasta los años 70, cuando expertos cubanos llevaron las primeras plántulas para enseñar a los “hermanos comunistas” el secreto de su siembra y producción. Hoy Vietnam es el primer productor mundial de café y Cuba, un país cuya cultura cafetalera se remonta al siglo XVIII, ni siquiera puede satisfacer la demanda interna.
Los primeros cafetos llegaron a la Isla en 1748 de manos del comerciante habanero José Antonio Gelabert, quien inició su cultivo cerca de La Habana. Otros historiadores, principalmente de origen hispanos, sitúan la llegada del grano en 1769, procedente de San Juan de Puerto Rico.
Lo cierto es que a finales del siglo XVIII comenzó el boom del café, cuando recalaron en el oriente del país los atemorizados franceses de Haití, con su dinero, sus esclavos y sus plantas, huyendo de la revolución negra. La debacle de la economía haitiana dio una oportunidad en el mercado a los plantadores recientemente asentados en Cuba. También convirtió a la colonia en la isla del azúcar, como sabemos.
Para tener una idea del desastre, ya en 1826 Cuba producía unas 12 mil toneladas de café. Hoy ni a 10 mil alcanzamos. La profecía de Reagan se cumplió.