Seguramente seguirá siendo una incógnita, pero muchos se debaten en la duda de qué tipo de maquillaje está usando o quiere usar el “Puesto a deo” Miguel Díaz-Canel sin-hogar, para calmar al pueblo. ¿Marbelline o cascarilla? ¿Quiere congraciarse, en plena crisis, con Orula? ¿Qué quiere él con Ifá, cuando la realidad cubana es más Ifó?
Lo cierto es que ver al supuesto presidente de Cuba y primer secretario del Partido Comunista, único y superior, censurador oficial de cuanta creencia se aparte un milímetro de lo que dicen creer, parado frente a un altar yoruba en el barrio La Güinera, escoltado por una rolliza santera, tiene descolocado al pueblo y a los cubanos dispersos por el universo. Tan asombrado está el habitante insular que ya se comenta que la próxima Letra del año posiblemente se hará en el Buró Político.
Y aunque hablen constantemente de revolución, lo innegable es que la rueda de la historia se detuvo en Cuba hace ya mucho tiempo. Un buen día el orisha mayor se hartó de cambios, temiendo que lo cambiaran a él, y paró el trapiche. A partir de entonces parecía que giraba, aparentaba que molía, pero solamente molía al pueblo.
Se han disparado las teorías conspirativas y las predicciones más oscuras, por ver el rostro arrobado del dirigente de un gobierno y un partido que persiguió ferozmente todo atisbo de religiosidad, y que, cuando lo permitió nuevamente, lo hizo a regañadientes, como una pose, para dar un filito de mentalidad abierta y progresista.
Por eso busqué y revisé las fotos y di con el secreto: allí en el altar, disimulando, camuflado por las ofrendas y el humo del tabaco, descubrí a José Ramón Machado Ventura disfrazado de Elegguá. Logré visualizar en otra esquina a Ramiro Valdés haciendo de San Lázaro y esperé que, en cualquier momento el jefe de la expedición cerrara los ojos y rompiera a cantar, imitando a Miguelito Valdés: “Babalúuuuuuu, Babalúuuuu, ayéeeee”, y que evitara seguir con la letra normal porque Margarita Lecuona, la autora, le pide al santo 17 velas, y eso, en tiempos de apagones y “averías” de la empresa eléctrica suena fula.
La prensa narra el momento de la llegada de la delegación a la casa de Iliana Macías, la santera revolucionaria, de esta manera: “entró [Díaz-Canel] a la habitación donde están dispuestos las ofrendas religiosas, estuvo acompañado por Luis Antonio Torres Iríbar, quien ocupa el cargo de primer secretario del Partido en La Habana. La mujer cubana de tez negra y vestida de blanco con un collar sostenía un artículo religioso que inclinaba ante un cráneo de un buey rodeado de ofrendas”.
Entonces imaginé que ella, antes que nada, hizo sonar la campanita encima del cráneo de buey pidiendo volver a comer carne de vaca algún día, pero Miguel no se dio cuenta o no quiso hacerlo, porque corría el riesgo de que le tiraran un bilongo y le diera Changó con conocimiento, que, en su caso específico, personal y concreto sería “Changó sin conocimiento”. Sin conocimiento de nada.
Cuando la integrada santera Macías (posiblemente Díaz-Canel entendió Mesías) volvió a sonar la campanita, el rubio de la nariz prolongada se volvió hacia su acompañante Torres Irríbar y le dijo: “Tengo que conseguirme una de estas para que Machi me despierte. Ah, y también para que llame a los compañeros que nos ayudan en la casa”.
Probablemente la compañerita santera, de la que dicen los que saben que olvida en la estacada a Oshún, a Oggún y a Obatalá, pero se mantiene muy cordial con Yemayá por si un día hay que remar, “no es esta la primera vez que Macías se pone del lado del opresor y no del pueblo”. Ella misma lo dice, incluso cuando le falta el cabo de tabaco, Mayembe: “Me voy a morir aquí luchando por la revolución. Tenemos que lograr que Díaz-Canel no se sienta solo”, y esa última frase tiene muy atareados a los expertos, dilucidando si es una declaración de apego y fidelidad a la dictadura o un fajón sexual al rubio alto del zapato negro.
Más allá de ese sospechoso “baño de pueblo” en uno de los barrios donde brotó la chispa de las protestas el 11 de julio, como para querer calmar los ánimos, hay una clara preocupación del encargado de gobernar la isla por sus bajísimos índices de aceptación. La gente lo ve, pero no lo traga, y quienes hacen como que sí, saben que es el mismo perro con diferente collar, o un collar sin casi perro, porque repite como un loro todo lo que han dicho los que mandan desde hace 62 años, y ya muchos saben que la tuerca es más ancha que el tornillo.
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En esa ansia por caerle bien al pueblo llano imagino que el dirigente haya aclarado con sus asesores (por decirles de alguna manera, porque están más perdidos que él) si Orunmila es el nombre del esposo de la obesa santera, para no meter la pata. Luego preguntaría un montón de cosas que imagino y escribo aquí: ¿Sería bueno hacer que algunos orishas pertenezcan al Comité Central del Partido? ¿Aceptaría el compañero Shangó ser galardonado con la Orden José Martí? ¿Creen que sería bueno darle a Oyá algún cargo en la FMC para que esté calmada?
Otros puntos a resolver delante del altar yoruba serían:
- Ver si los santos nos pueden tirar un cabo en el arreglo de las calles del barrio y del resto de Cuba.
- Preguntar si sería bueno exigir que para ingresar al Partido sea un requisito ser abakuá.
- Consultar con algún babalawo si sería aconsejable que todos los dirigentes lleven en su muñeca “la mano de Orula”.
- Indagar cómo Díaz-Canel pudiera “hacerse el santo”.
- Prometerle a Iliana Macías, portavoz de los orishas que el gobierno entregará a cada santo módulos alimenticios como premio a su labor con el pueblo. Y hablarán con Guillermo García para la entrega de avestruces para los sacrificios rituales.
- Comprometerse a surtir almohadillas sanitarias para la Regla de Osha.
No me extrañaría que, conmovido allá en su seno, Díaz-Canel decida que los militantes del partido deban hacerse un despojo cada semana y tratar con Elegguá para que todos sus caminos lleven al socialismo. Y antes de marcharse indagar si la santera necesitaba pollos prietos para sus cosas, a lo que ella respondería que, siendo pollo, no le importa el color.
Lo que de seguro no saldrá en la prensa es el amplio operativo que hicieron la policía y la Seguridad del Estado en el barrio antes de la visita, el largo escrutinio al que fueron sometidos los utensilios y figuras del altar de la santera y la trompetilla que le sonaron los orishas cuando el que finge ser presidente se retiraba de aquella casa.
No me atrevo ni a imaginar que el jefe de esa comparsa gubernamental haya tallado bajito con la santera Macías a ver si había algún sistema para devolverle la vida a Diubis Laurencio Tejeda, el joven asesinado por un policía durante la protesta.
Portada: Ilustración animada de Armando Tejuca/ ADN Cuba