Cuando una dictadura totalitaria que dispone y usa recursos de todo tipo -humanos y materiales, incluidas armas de fuego- moviliza gran parte de ellos para detener arbitrariamente a un pequeño número de personas desarmadas que leen poesía, uno se pregunta: “¿Ese espectáculo es fingido o realmente le tiene tanto miedo el régimen a seis amigos que leen a García Lorca, a Rafael Alcides y a otros autores?”
¿Es acaso una acción “terrorista” leer los versos de Rafael Alcides? ¿Existirá forma más tranquila y pacífica de exigir que se haga justicia y liberen al joven inocente Denis Solís González?
Es patético y ridículo el despliegue masivo de patrullas, policías y agentes de la policía política cuando van a detener a unos pocos activistas. Según mi experiencia, para detener a una persona como yo se necesitan entre cuatro o cinco represores “bien entrenados” de la quinta mejor policía del mundo, según ellos.
Esta lucha por la justicia y la libertad de Denis, que es la libertad de todos, es muy asimétrica en recursos y fuerza, pero también lo es en el campo de las ideas, solo que en sentido opuesto.
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Nuestros represores no tienen capacidad para un debate serio y están divorciados de la Cuba real, que sufre, pero aún calla por miedo.
Las verdades, los abusos y maltratos que cotidianamente sufrimos los cubanos y la crisis económica con discriminación “monetaria” incluida hace que cualquier defensa del actual sistema sea recibida por el pueblo como una falta de respeto a nuestra inteligencia.
Es por eso que las acciones y la existencia misma del Movimiento San Isidro sean equivalentes, en la mente de los decadentes y vulnerables dictadores, a todo un batallón militar armado de “enemigos”.
El ridículo que hace el sistema al reprimir a una docena de activistas que leen poesía o hablan en el banco de un parque es síntoma de miedo.
Las personas que nos manifestamos pacíficamente para reclamar la liberación de Denis Solís González no somos ni enfermos mentales ni masoquistas, sentimos miedo, sufrimos los maltratos, los abusos físicos y psicológicos, pero no estoy seguro de quién tiene más miedo, si nosotros o la dictadura.