Sin economía no hay país. Eso es un hecho. Está claro que Donald Trump está prometiendo en esta campaña medidas para potenciar la economía pese al golpe de la crisis por el coronavirus.
Si Trump ya logró la tasa de desempleo más baja en cinco décadas (3.5 %); si subió los salarios y batió récord al crear 8 millones 220.000 empleos, entonces lo que está ahora prometiendo no tiene por qué ser distinto. En los planes del presidente en materia de impuestos está recortar los que se deriven de las nóminas hasta finales de este año -lo que beneficia a personas con bajos y medianos ingresos-; así mismo reducir impuestos sobre la renta de la clase media y sobre las ganancias de capital (dinero ganado), que se quedará en un 15% y no del 20% como está actualmente.
Planea, además, dar incentivos fiscales a las empresas que fabriquen en Estados Unidos y aplicar tasas sobre aquellos bienes realizados por mano de obra no norteamericana.
Promete con estas disposiciones crear 1 millón de nuevas empresas pequeñas y millones de empleos. Mientras, todas las promesas de Biden y el partido demócrata lo único que auguran es sacarle el dinero a los que ganen más de $400.000 al año y a las grandes empresas, mediante el aumento de los gravámenes.
El impuesto de sociedades está en 21% y aumentaría al 28%. Las grandes empresas tendrían un 15% de impuesto mínimo, mientras que crece del 10,5 % a un 21% (se duplica) el impuesto sobre las ganancias internacionales.
Para los ricos, como ellos nombran a los que ganan $400.000, habrá un impuesto sobre la renta que llegaría al 39,6% y a los que estén por encima del millón pasarían del 23,8% (impuesto actual) al 43,4%.
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En cuanto a los incentivos, Biden promete que proporcionará un aumento del salario mínimo. Eso se traduce en desempleo, agravando aún más el creado por la pandemia.
También promete un crédito fiscal a quienes adquieran paneles solares, coches eléctricos y casas con energía eficiente, aunque todos saben que a mediano y largo plazo esas tecnologías se abaratan por la acción del propio mercado. No vemos la prioridad que nos quiere vender el candidato demócrata, sobre todo por el impacto negativo del paquetazo fiscal que quiere imponer levantando la bandera del cuidado al medio ambiente.
Lo único que trae como consecuencia estas medidas populistas –huelen a socialistas y de izquierda–, es que pueda crecer el desempleo; las empresas extranjeras se vayan en masa del país; las que aún están fuera no se sientan beneficiadas si regresan, y que los que estén pensando en invertir en el país no se decidan al ver que si ganan más de 400 mil dólares al año, el gobierno les robaría con fuerza anual de más del 50% de sus ganancias. También que los dueños de negocio despidan a una parte de sus empleados para garantizar el salario mínimo a los otros, y que los empresarios no quieran seguir generando negocios ni empleos por el castigo que Biden y los demócratas quieren imponer bajo la justificación de inyectar proyectos como el Green New Deal, o beneficiar a los de bajos ingresos.
Eso está mal. No hay país que prospere si castiga al exitoso y recompensa con su esfuerzo al que no tiene éxito. No está mal que los impuestos se deriven a los que no pueden solventarse, ya sea a los minusválidos, etcétera. Lo que está mal es que se penalice al que trabaja, ahorra e invierte y se premie al vago.
Así las cosas, mientras Trump augura continuar y mejorar lo que ha venido haciendo en temas económicos, incentivar la producción nacional, al empresario de pequeños negocios, a las grandes industrias, al apoyo de la clase media y baja para que no sientan el golpe de la COVID-19 y al libre mercado; Biden frena la libertad económica con el argumento “socialista” de igualdad y le pone un traspié a la prosperidad de la nación con medidas populistas e injustas.
Mientras que Trump acabó el acuerdo de París para Estados Unidos, que solo traía gastos de miles de millones de dólares y ningún resultado; Biden apuesta por el New Green Deal con el dinero de los contribuyentes, en un plazo corto de tiempo en el que los resultados una vez más serán infructuosos. Ese no es el camino para llevar al país a una vida verde y sana.
Biden apuesta por incentivar a la vagancia, y el al castigo para el que la está luchando día a día. En la mesa están expuestas las diferencias de uno y otro candidato a la presidencia de esta gran nación. El rumbo económico que pueda tomar el país está en juego. Está claro cuánto podría cambiar para mal si los votantes deciden por Biden, el “socialista”.
Sin embargo, es una realidad que todos los beneficios actuales y futuros promete el presidente republicano para Estados Unidos. Yo lo sigo teniendo clarísimo: Trump 2020.