Este domingo en la tarde el pueblo de Jaimanitas vivió un espectáculo sobrecogedor cuando más de 20 bicitaxis de los barrios La Lisa y Marianao, que bajaron a la orilla a disfrutar la playa, protagonizaron una reyerta.
Entraron en sus vehículos hasta la costa, armaron sombrillas, pusieron reguetón e hicieron fogatas. Cocinaron o calentaron la comida traída de la casa.
Ocuparon toda la orilla de la pequeña ensenada, que va desde la playa La Conchita hasta el muro que limita el círculo social obrero Los Marinos. Cada bicitaxista traía a su familia y en cada uno había por lo menos un niño. Todo iba bien y parecía ser una tarde feliz, pero al caer la tarde hombres y mujeres estaban borrachos.
“No sé cómo comenzó la pelea”, cuenta Margarita, que tiene su casa cerca del mar y lo vio todo. “La gritería era tremenda. Las mujeres aullaban como perras, se jalaban los pelos, se empujaban. Los hombres se ofendían y manoteaban y los niños gritaban. Cerré la puerta. Seguí la pelea por la persiana”.
“Lo que más me disgustó, además del mal ejemplo dado a la comunidad, y el trauma ocasionado a esos niños, fue que había uno al que le decían ‘el pollo’ y era el centro de la bronca. Todo el mundo gritaba: ¡Agarra al pollo! ¡Agarra al pollo! Ese animal me sale hasta en la sopa”.
Margarita asegura que eran más de 40 entre hombres y mujeres fuera de sí, agrediéndose, gritando, golpeando. “Ninguno era de aquí. Son de La Lisa y Marianao, tal vez de allá traigan la rencilla. Jaimanitas es un pueblo apacible, pero el domingo vivió un espectáculo difícil de olvidar”.
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Otra vecina que llama surrealista a la escena del domingo en la playa es Virgen Casasuelta, quien también se encerró en su casa porque dice que aquella gente parecía poseída.
“Vi por la ventana a una mujer enloquecer. De repente salió de la reyerta y fue hasta el basurero, halló un viejo monitor de computadora y comenzó a estrellarlo contra el suelo, una y otra vez. Lloraba, chillaba, lo levantaba y lo tiraba otra vez. En una ocasión otra mujer que parecía su amiga se la llevó de allí y la introdujo en la molotera, pero ella consiguió zafarse y correr hasta donde estaba el monitor y volvió a estrellarlo contra el suelo, una y otra vez”.
“Ese nivel de violencia está arraigado en los barrios de Cuba”, acota Virgen. “Vive subyacente, esperando el momento propicio para explotar. Y nadie habla de eso. En el Facebook vi la bronca de las puñaladas en Santiago de Cuba. ¡Terrible! Ayer de tarde pensé que la sangre iba a correr también aquí, en la playa Jaimanitas, con tanta gente obnubilada por el alcohol, pero gracias a Dios la sangre no llegó al mar. Solo dejó el daño irreparable para esos niños, que ahora están enfermos de los nervios seguramente, porque un viaje a la playa se convirtió en una terrible pesadilla”.
“Por suerte, al que le decían el pollo lo agarraban cada vez que iba a atacar a alguien. En eso estamos entrenados los cubanos, en agarrar al pollo. Ojalá no vengan más por aquí esos bicitaxistas, partida de locos. Cuando se iban en caravana, pude ver las miradas aterradas de los niños. Y todavía a los lejos se escuchaban los gritos: ‘¡Deja que te agarre, pollo!’”.