Los tuneros tendrán que renunciar al “buchito de café”, ese aliciente de las mañanas y las tardes cubanas, porque la economía de la isla no puede permitirse ni siquiera ese modesto lujo en sus cafeterías estatales en esa provincia.
Así lo ha confesado Albert Castro, especialista de la empresa provincial de gastronomía, a un medio oficial este 20 de agosto. Sólo dos cafeterías en el municipio cabecera y una funeraria —una taza de café es el último honor que se le rinde a los muertos— tendrán garantizada la infusión preferida por los isleños.
En sitios concurridos de la ciudad, como el café Oquendo y el Bohemio, los clientes preguntan y siempre les responden lo mismo: “no hay”. A veces sí encuentran lo que buscan, pero a mayor precio, lo que causó quejas y más preguntas: “¿cuándo volverán a surtir y a bajar los precios?”.
Para colmo de males, tampoco hay cigarros y tabaco. De nuevo, la funeraria es el único lugar donde los venden, agregó Castro.
Cuba era un país exportador de café hasta mediados del siglo XX, pero luego llegó el comandante y mandó a parar, como dice la famosa canción de Carlos Puebla. Entre los “daños colaterales” de la Revolución —como la carne de res y la leche condensada— estuvo el excelente café nacional.
Cuba produce una cantidad ínfima de este grano, entre 8000 y 9000 toneladas al año, una cifra ridícula en comparación con las 61 000 toneladas de 1961, cuando se impuso el récord productivo vigente. En la década de 1950 las cosechas oscilaban entre las 40 y 60 mil toneladas.
Después de 1961 todo ha sido un cachumbambé. Durante esa década la producción se desplomó a mínimos históricos debido a la emigración de los plantadores a la ciudad, llamados a filas por las urgencias de la “Revolución” y el fin de las inversiones. En las décadas de 1970 y 1980 hubo una recuperación visible, pero volvió a caer luego de 1990 cuando desaparecieron los compradores del campo socialista.
“Si cotejamos el panorama del 2002 al 2011, cuando la producción promedio continuó contrayéndose hasta quedarse sólo en 8 mil toneladas, entonces no andamos tan mal. Pretendemos cerrar el año 2019 con el plan cumplido de 9000 toneladas de café oro y para el 2020 ya están planificadas 10 mil”, detalló el año pasado un medio de Santiago Cuba.
Con 9000 toneladas no se satisface la demanda interna, que ronda las 24 mil toneladas al año. De hecho, Cuba importa de Vietnam 8000 toneladas más anualmente para acercarse a ese número.
Viene al caso recordar lo tragicómico de esta situación, pues el país asiático no producía ni un kilo de café hasta los años 70, cuando expertos cubanos llevaron las primeras plántulas para enseñar el secreto de su siembra y producción a la tierra de los anamitas. Hoy Vietnam es el primer productor mundial de café y Cuba, un país cuya cultura cafetalera se remonta al siglo XVIII, ni siquiera puede satisfacer la demanda interna.
Los primeros cafetos llegaron a la Isla en 1748 de manos del comerciante habanero José Antonio Gelabert, quien inició su cultivo cerca de La Habana. Otros historiadores, principalmente de origen hispanos, sitúan la llegada del grano en 1769, procedente de San Juan de Puerto Rico.
Lo cierto es que a finales del siglo XVIII comenzó el boom del café, cuando recalaron en el oriente del país los atemorizados franceses de Haití, con su dinero, sus esclavos y sus plantas, huyendo de la revolución negra. La debacle de la economía haitiana dio una oportunidad en el mercado a los plantadores recientemente asentados en Cuba. También convirtió a la colonia en la isla del azúcar, como sabemos.
Para tener una idea del desastre, ya en 1826 Cuba producía unas 12 mil toneladas de café. Hoy ni a 10 mil alcanzamos.