Julio Matos Acosta, conocido en Jaimanitas por el apodo de “Matico”, perteneció a la segunda compañía de tropas especiales cubanas enviadas a Angola en 1976, para luchar por el gobierno de Agostinho Neto.
Matico es sumamente parco al hablar. Hay que sacarle las palabras de la boca, casi con tenazas. Sus “méritos y hazañas de guerra” se conocen de la voz de sus compañeros en la aventura castrista en África, que pelearon con él en Angola y salvaron sus vidas gracias a la valentía de Matos.
Varias décadas después, el veterano guarda en una gaveta decenas de medallas y condecoraciones, diplomas y reconocimientos, emitidos por la dirección del régimen y el Partido Comunista, y por los mandos de guerra angolano y cubano. Confiesa que ninguna de ellas le sirven para sobrevivir.
“Cuba escribió páginas gloriosas en la guerra de Angola, pero hay que decir una verdad que no se habla: muchos de los soldados cubanos corrieron en los primeros días de combate, en desbandada, cuando escuchaban los cañonazos de la artillería de Zaire”, recuerda quien fue soldado de élite.
“No me apena decirlo: corrían. Es un hecho natural para jóvenes que nunca antes habíamos entrado en combate”.
Edilmiro, un retirado de la vida militar y también ex combatiente de la guerra de Angola, que peleó en la compañía de Julio Matos, reconoce que nuestro entrevistado fue el único que jamás abandonó su posición.
“Matico era dueño de una serenidad tremenda y si las tropas de Jonas Savimbi, opositor a Neto, no avanzaron hacia Luanda en esos días, fue en gran parte por el fuego cerrado de Matico y su valentía, que nos obligaba a regresar a las trincheras por vergüenza”.
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Otro veterano que reconoce el valor de Julián Matos, es el mayor retirado Heriberto, que aprendió con Matico a no correr en desbanda.
“Quien haya estado en una guerra, particularmente en una donde predominaba la artillería pesada, sabe bien de lo que estoy hablando. Los proyectiles 130 mm hacían un sonido peculiar. Luego del estruendo del disparo uno lo sentía en el aire acercándose con un silbido que causaba terror, porque daba la impresión que venían exactamente sobre tu posición y ahí emprendíamos el maratón. Luego nos daba pena haber dejado a Matico solo en la trinchera, que se reía como un niño y tenía una frase, que se hizo popular entre nosotros: la bala que te va a coger, te coge lo mismo aquí, que allá”.
Hoy Matos no quiere que lo consideren un héroe. Participó en todos los combates de su compañía durante su misión y vio morir a muchos jóvenes de la tropa, pero tampoco habla de eso.
“Lo único que me queda de esa historia son las medallas”, dice, y recuerda cuando el mismo Fidel Castró le colocó una, en la conmemoración del XX aniversario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, la principal rama militar desplegada por la dictadura en África.
Al cabo de los años, Matos se lamenta: “Mi vida entera la pasé en unidades militares. Nada de eso me sirve ahora”.
“Mi casa se está cayendo y nadie me ayuda a repararla. La pensión que gano apenas me alcanza para vivir. Los materiales de construcción aparecen solamente a sobreprecio y lo que me pagan luego de mi retiro no me da ni para un par de bolsas de cemento”, denuncia.
“Como yo somos muchos en toda Cuba que arriesgamos la vida en aquella guerra y creo que lo menos que pudiera hacer el estado es ayudarnos, en compensación con tanto esfuerzo y sacrificio”, pide el veterano del ejército castrista, mientras enseña un puñado de chapas de metal, sentado en la pobreza de su hogar.