Daisy Cremé Matos vive en 3ra A, entre 226 y 228, en Jaimanitas. Tiene a su padre, Victoriano Cremé Gamboa, preso en el Combinado de Guantánamo. Cuenta a ADN Cuba el nivel de desespero que vive la familia, por la pésima situación de salud en que se encuentra el anciano, lo cual los obligó a escribir cartas a todas las instancias del partido y el gobierno, incluso acudir a la prensa internacional y a los activistas de los Derechos Humanos, para reclamar atención y apoyo.
“Toda la familia reconoce que nuestro padre, a los 70 años, cometió un error, que es un delito muy perseguido en Cuba: sembrar marihuana en su finca. Era su primera cosecha, fue detenido al mismo tiempo que al individuo que le llevó las semillas, que se encontraba en la casa en el momento de la detención”.
“A mi padre le decomisaron todos los bienes que poseía: la finca, los útiles de labranza, los bueyes, hasta la turbina del agua, sin tener en cuenta que mi madre de 68 años, y con problemas de salud, quedaba sola en la casa sin agua potable. Mi madre está ciega y no puede caminar por problemas de las piernas. Tanto mi madre como mi padre tuvieron siempre una conducta intachable, pero los últimos tiempos se pusieron muy malos y mi padre parece que se desesperó porque la finca no rendía nada y perdió la cabeza. Se metió a buscar dinero como fuera”.
La familia Cremé reconoce que Victoriano cometió un delito y tiene que pagar, pero estando bajo la custodia del estado deben preocuparse por su salud y cuidársela. Y ahí es donde toda la familia reclama.
“Mi padre ha perdido la vista en la cárcel. Desde hace ocho meses estamos pidiendo a la dirección del penal que lo lleven al oculista y no nos responden. Mis hermanas Noris y Luisa han tenido entrevistas con el reeducador, que se ha comprometido a llevarlo a la consulta en el hospital, pero nunca cumplió su palabra. Lo llevaron una vez, al principio, luego lo olvidaron. Resultado: mi padre terminó ciego”.
Victoriano tiene dificultades para trasladarse al comedor, y al baño, donde se ha caído ya varias veces.
“Una vez la familia entera nos quejamos en la puerta del combinado. Al otro día lo llevaron al hospital, pero los guardias lo dejaron que bajara solo de la jaula, sin ayuda y esposado. No existió la más mínima conmiseración con un incapacitado para darle una mano para bajar. Mi padre cayó de la altura, se golpeó en la cabeza”.
“Después de los análisis realizados por el oftalmólogo, decidieron que debían operarlo de urgencia, para ver si lograban recuperarle la visión, pero luego no se habló más del asunto y en la prisión nos dicen ahora que no saben nada de una operación de la vista”.
“Mi padre no puede bañarse, ni bajar a tomar sol porque nadie lo ayuda. Está a merced de Dios y del destino. Fue sancionado a nueve años en prisión de máximo rigor sin derecho a apelación ni rebaja. Un pobre viejo que se ofuscó con la crisis y la enfermedad de mi madre y por su error cometió un delito y le quitaron la finca, el arado, los bueyes, la turbina y hasta la vista. Apelamos a todas las instancias internacionales para que conozcan nuestra situación desesperada. Ya agotamos las vías oficiales, donde solo hallamos falta de corazón y oídos sordos”.