El cinismo corriente

Fernández Larrea arremete contra Díaz-Canel y la clase gobernante en Cuba, por sus críticas a las recientes sanciones de Washington: son inmorales que pretenden seguir respirando por los pulmones de otros a quienes quitaron todo
Miguel Díaz-Canel y Manuel Marrero, presidente y primer ministro de Cuba, respectivamente
 

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El bateador designado, Miguel “Limonada” Díaz-Canel, acaba de lanzar un hipócrita grito de guerra para demostrarle al mundo que la finca que administra es independiente y soberana. Como si hubiera estado bajo fuego en lo que cuenta la leyenda del combate de Alegría de Pío, ha soltado la frase: “Aquí no se rinde nadie”, que es también estribillo de una machacona canción.
 
Es el mejor retrato de lo único que pueden hacer los nuevos gobernantes: repetir como loros lo que otros dijeron, aunque ahora estos no saben bien por qué, ni cuándo decir las mismas cosas que ya ocurrieron. En ese déja-vu en el que funciona a ciegas ese “hombre nuevo” convertido por obra y gracia de su obediencia y su disciplina partidista, valga la redundancia, en “dirigentes” de la continuidad, continúa arando en el mar, en la estela inútil de sus predecesores. Si los de antes hundieron el país, estos de ahora lo están sepultando.
 
La respuesta de Díaz-Canel a las sanciones del gobierno norteamericano a la empresa estatal Fincimex, intermediaria de la Western Union para la entrega de las remesas de los exiliados cubanos a sus familiares en Cuba, es un acto más del cinismo y desfachatez de ese gobierno en su carrera de víctima a los ojos del mundo.
 
Protestar porque castigan a una entidad creada por la mismísima dictadura, encargada de las remesas que envían los cubanos que escaparon por culpa de ese mismo gobierno, parecería un chiste si no fuera tan trágico. Es de un absurdo inabarcable que sea el representante de la dictadura quien proteste y grite, el muy sinvergüenza, porque ve con terror que se puede acabar la plata fácil de los que viven del exilio.

Un exilio que provocaron ellos mismos. Cubanos a quienes les fue arrebatado todo y que partieron hacia lo desconocido, porque según los mismos hipócritas que ahora lloran por la supuesta injusticia, no cabían en ese país que ellos se robaron. Es la bajeza más grande por parte de un gobierno falaz que dijo, por boca de su principal verdugo, que no querían a quienes se alejaban, y que no los necesitaban. 
 
La obsesión por el poder de Fidel Castro, que desarmó el pasado, hasta que solamente en la historia de Cuba aparecieran él y dos o tres más, y que desmanteló la economía de un país, y la educación cívica de una nación, y destruyó a la familia cubana para buscar obediencia ciega en ese ejército que él consideraba su pueblo, es un daño de incalculables dimensiones.
 
Sus disparatadas ideas, su guerra eterna a los enemigos que se inventó para no dejar pensar a nadie, terminaron creando una cultura de la amante mantenida por otros y del vampirismo chupasangre, porque es más fácil recibir dádivas, regalos y donaciones, que producir o permitir que la iniciativa privada produzca. En su afán de quererlo controlar todo, que es en el fondo terror a la libertad de sus súbditos, el poder crea también la corrupción. Hoy son legión los “inspectores” que viven de los sobornos que comparten con ciertos policías y otras autoridades intermedias.
 
¿Qué estatura moral puede tener cualquier representante de esa dictadura que desprecia a quienes viven lejos, pero protesta porque no mandan dinero para que el país funcione? ¿Es la dictadura de la isla la encargada de defender a sus habitantes para que sigan siendo mantenidos desde el exterior? ¿Ha existido en el mundo algún otro desgobierno tan hipócrita que considera todavía que sus enemigos deben darles de comer y de beber porque tienen a sus familiares de rehenes en la isla?
 
Cualquier familiar de los que ha sufrido la ausencia y la lejanía de los suyos podría protestar o quejarse, pero no ellos, nunca los inmorales que pretenden seguir respirando por los pulmones de otros a quienes ellos mismos quitaron sus derechos, su tierra y su libertad. 
 
No ellos, nunca esa gente que ya no sabe la diferencia entre personas decentes y vividores de una mafia política.

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

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