Sandro Castro, nieto del fallecido dictador cubano Fidel Castro, compartió recientemente en su perfil de Instagram una historia en la que se muestra muy contento ante un recipiente repleto de pollo frito, y lo que parecen ser papas fritas, mientras muchos cubanos que no llevan su apellido aún lamentan la “batalla de Cuatro Caminos”.
Cuatro Caminos es un mercado habanero que cerró sus puertas pocas horas después de su apertura, pues la “masiva afluencia de público” provocó altercados que terminaron con arrestos y golpes. Los “héroes de Cuatro Caminos” solo querían comprar puré de tomate, detergente y otros productos de primera necesidad.
El joven escribió la palabra “Ruedo!!” sobre la foto de su comida, en una aparente alusión a que estaría subiendo de peso, algo que generalmente ocurre cuando las personas se alimentan con abundancia y alejados del estrés.
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Sandro Castro— bastante conocido en La Habana por ser el dueño de bares de moda—sin embargo, no asistió a la batalla de Cuatro Caminos. Se encontraba en otra parte del mundo luego de su sonada fiesta de Halloween en EFE Bar, donde se le vio disfrazado de Batman. Por su linaje antiimperialista, cualquiera hubiera esperado verlo vestido de un superhéroe de izquierda.
El nieto más farandulero de Fidel, que presume en redes cuando logra llenar de gasolina el tanque de su auto en una Habana desabastecida, fue dueño en el pasado del bar Fantaxy, cerrado luego de que se relacionara la instalación con presuntas redes de prostitución y escándalos de consumo de drogas.
Recientemente, el muchacho festejó los 500 años de La Habana con una historia de Instagram que incluía una imagen del nombre de su abuelo brillando en el cielo cubano en forma de fuegos artificiales, junto a la frase “Grande”.
La vida de lujos de los descendientes de la familia Castro no es secreto desde que las redes sociales comenzaron a difundir imágenes que muestran, sobre todo a los más jóvenes de esa familia, disfrutando de viajes y placeres que pueden parecer simples y asequibles para ciudadanos de otros países, pero son vistos como lujos por los cubanos comunes, cuyos salarios no suelen alcanzar ni para la comida del mes.