Por increíble que parezca, hay un cubano al que un tren le pasó por arriba y sobrevivió para hacer el cuento.
Se trata de Adrián Díaz Rojas, joven camagüeyano de 30 años de edad, quien relata en conversación con el oficialista periódico Juventud Rebelde, que "la locomotora me pasó por arriba hasta la mitad de su largo".
Tenía 28 años cuando sufrió el accidente que lo convirtió en "El hombre del milagro del tren", como lo apodan ahora sus amigos y familiares. Y cuenta que el incidente ocurrió un jueves, cerca de la 1:00 de la tarde, en el crucero de Saratoga, en los alrededores de los Talleres de Ferrocarriles de esa ciudad.
"Me bajé del tren Bayamo—Camagüey en el crucero porque venía de Las Tunas, de la comunidad rural Dormitorio. Andaba tan entretenido con el teléfono que seguí caminado por la vía principal del tren. Todos me dicen que el tren venía pitando y frenando como loco, pero yo no escuché nada, pues estaba hablando a través del manos libres con los audífonos puestos y sin tocar el teléfono".
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Explica Adrián que cuando se percató de lo inminente "ya era tarde".
"El golpe me lanzó unos metros en la línea, al tiempo que logré virarme para sentir cómo la locomotora me pasó por arriba, por lo menos unos seis metros".
Agrega que solo atinó a cerrar los ojos por temor a que el líquido o aceite caliente de los frenos lo dejara ciego, "y me protegí la cabeza de los golpes de las mangueras hasta que la locomotora se detuvo. Fue un momento espantoso. Aún escucho el chirrido de los frenos sobre mí cabeza y las voces de socorro de algunos vecinos y los maquinistas, quienes al ver lo que me había ocurrido, corrieron hacia el lugar gritando desesperados: '¡¿Está muerto?!'".
Pero como sabemos el joven sobrevivió, y en cuanto puedo hablar les dijo: "Estoy vivo…"Fue en ese momento cuando "se formó el corre-corre. Los vecinos me auxiliaron; incluso uno de ellos se metió bajo la locomotora y me sacó con mucho cuidado. No sentí nada, mi cuerpo estaba como muerto, pero el conocimiento nunca lo perdí".
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Luego fue trasladado al hospital Amalia Simoni, de esa ciudad, para recibir los primeros auxilios, y más lo llevaron al quirófano, donde fue intervenido por un equipo multidisciplinario que buscó lesiones en sus órganos, y aunque no había traumas internos, quedó parapléjico: solo movía sus ojos, dedos y boca.
Estuvo una semana en la sala de cuidados intensivos, hasta que el 20 de septiembre del 2018, el doctor Antonio Puentes Álvarez, especialista de segundo grado en Ortopedia y Traumatología, decidió operar al muchacho junto a su equipo, integrado por el doctor José García Fernández, especialista en Ortopedia y Traumatología, el anestesiólogo Rolando Carlo Tamayo González y varios licenciados en Enfermería y residentes en Ortopedia.
"Me vi postrado en una cama con 28 años de edad mientras todos a mi alrededor sufrían por mi estado", recuerda Adrián, quien tuvo fracturas severas en la columna espinal.
En declaraciones a Juventud Rebelde, el doctor Antonio Puentes describe el complejo cuadro que presentaba el joven: "Quedó parapléjico a causa del fuerte golpe de la locomotora, que le fracturó las vertebras L2 y L3, además de destruir en ese segmento toda la lámina y el pedículo, estructuras que unen las vertebras".
Precisa el doctor que semejante lesión "requirió de un injerto a pie de obra: tomamos huesos de la pelvis, de su cresta ilíaca, para conformar de nuevo el canal medular, que protege las estructuras neurológicas necesarias para la funcionalidad y sensibilidad de los miembros inferiores".
Pero ese solo fue el primero de varios procederes desarrollados dentro de la columna lumbar alta de Adrián, la cual debió ser estabilizada, descomprimida y recanalizada para lograr equilibrio y fortaleza en su raquis o zona inferior, y esa estabilización se logró mediante la colocación de ganchos y barras metálicas que han cumplido su propósito: "Sostener con firmeza, seguridad y aplomo el peso del cuerpo de Adrián", describió el doctor Puentes.
Agrega que esta práctica médica contó con un tercer momento: "Entramos a la duramadre (la más externa y resistente de las tres membranas que rodean la pared del encéfalo y la médula espinal) y al cono medular (uno de sus componentes) para realizar la novedosa práctica de la medicina regenerativa: la primera de dos infiltraciones de células madre aplicadas a este joven".
La segunda infiltración se le realizó unos días después, ocasión en la que se introdujo el preparado de células madre hasta la zona de la lesión más severa, entre las vertebras L2 y L3. "Esa vez fue una inyección, para reforzar lo hecho anteriormente", detalla.
Y la sorpresa para todos los familiares del joven que aguardaban impacientes por alguna noticia que les alegrara la vida, llegó poco más de dos semanas después.
"A solo 15 días de aquella compleja cirugía mi hijo experimentó sensaciones en su cuerpo", refiere emocionado Roberto Díaz, el padre.
"Primero sentí fuertes deseos de ir a orinar, luego cosquillas cuando los médicos me pasaban el lapicero por la planta del pie y poco después mi virilidad regresó una mañana, lo que me hizo muy feliz", narra el muchacho, mientras abraza a sus doctores.
Cinco meses después ya podía sostenerse en las barras paralelas de la Sala de Rehabilitación del hospital, y al año y un mes dio sus primeros pasos en casa, junto a su mamá, Milagros Rojas, estremecidos del susto.
En estos momentos Adrián se prepara para nuevas cirugías y procederes en manos del equipo de Puentes, algo que confirmó el doctor José García Fernández: "En septiembre se le realizará un nuevo estudio tomográfico para decidir la desinstrumentación de los ganchos de su columna y la implantación de células madre directamente en las estructuras del cono medular, porque la práctica de la medicina regenerativa permite, según la evolución del paciente, continuar con nuevos ciclos. Incluso más adelante hay que operarle un pie para estabilizarlo completamente".